Ganamos el primer round.

Finalmente, inició la tan anunciada renegociación del TLCAN, establecida como condición trumpiana para no romper del todo la relación con México. La reacción favorable de los mercados demuestra que pudo más el profesionalismo, la prudencia y la dignidad de la delegación mexicana, encabezada por el secretario Ildefonso Guajardo, que la beligerancia y la sinrazón de la contraparte norteamericana.

La cantaleta, que ya comienza a sonar trillada, es la misma: el déficit comercial de la balanza de ellos es la causa de todos sus males, y el TLCAN, una de sus principales razones. No les importa que el déficit con México sea únicamente del 8%, apenas una sexta parte del que mantienen con China.

Los déficits comerciales no son, en sí, necesariamente malos. En el caso de Estados Unidos es la consecuencia natural de su propio éxito: el premio a la productividad. Países altamente productivos, como Hong Kong, intercambian los frutos de su preparación y trabajo por las riquezas y manjares del mundo para que sus habitantes disfrutan la prosperidad.

Quizá el único déficit justificable de condenar, por cuestiones más ideológicas que pragmáticas, sea el de la balanza agroalimentaria. El término “soberanía alimentaria” vende mucho políticamente cuando erróneamente se utiliza para criticar a los países cuya producción alimentaria es insuficiente para atender a su población. Lo que garantiza la soberanía, en este sentido, es la autodeterminación de las políticas agroalimentarias, según lo define la FAO.

Después de muchos años de haber sido negativa para México y por tanto positiva para Estados Unidos, la balanza comercial agroalimentaria se invirtió como consecuencia de un mayor dinamismo del sector y, en palabras del secretario José Calzada, de la atinada política de sustitución de volumen por valor que implementó la Sagarpa durante la primera parte del sexenio, cuando Enrique Martínez y Martínez encabezaba esa dependencia.

Menos granel y más empacado, menos sorgo y más berries, menos aguacate y más guacamole ha sido la fórmula de nuestras exportaciones. Aunque ésta debiera ser la preocupación de nuestros vecinos del Norte, no lo es. El sector manufacturero, principalmente el automotriz, es el principal centro de su atención.

La negociación será ardua y compleja, no cabe duda. Tenemos de nuestro lado a los mejores y, lo más importante, tenemos la razón. Ganamos el primer round. Vamos por los demás.

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