La corrupción, lleva a los hospitales generales al precipicio

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“Da vergüenza que la red de hospitales de salud que controla el gobierno de Coahuila se encuentran en esas condiciones tan inhumanas, mientras en El Zócalo siguen apareciendo páginas y más páginas pidiéndole a la gente que acuda a checarse de la próstata, porque, como el gobernador está enfermo de eso, tiene que cuidar que a su pueblo no le pase.”

Cuando alguien comenta sobre las condiciones deplorables en que se encuentran las clínicas y hospitales que controla el Gobierno de Coahuila la gente lamenta que ello ocurra, pero nadie hace nada por impedir que siga sucediendo este latrocinio que lacera la salud de miles de ciudadanos, que un día creyeron que la continuidad de los Moreira, la estafeta de gobernador de Humberto a Rubén, daría paso a mayores programas de salud y de otras ramas de la economía de estado; pero hoy solo me referiré específicamente al área de salud, esa que a un poco más de cuatro años de administración estatal está prácticamente pulverizada.

Recuerdo algunos de los hospitales que construyó el “profe” Humberto. En Saltillo fueron dos; el Hospital General y el de Oftalmología. Ambos edificios fueron dotados de equipo sofisticado, de materiales, de medicamentos y de todo insumo necesario para su funcionamiento. El ubicado en Gediatría tuvo fama internacional; con médicos y equipo traídos expresamente de Cuba para brindar atención, gra-tui-ta, a miles de pacientes con problemas de la vista fue considerado como uno de los mejores de su tipo en México.

Lo que decimos de estos dos nosocomios ya es historia. Ahora los edificios se caen a pedazos, techos y paredes reclaman pintura, los pisos han ennegrecido, sus áreas de espera son verdaderos muladares, los sanitarios están rotos, no hay papel sanitario, los lavabos están sellados por fugas de agua, huelen a suciedad, porque hasta el dinero para los detergentes y cloros desaparecieron. No hay suficientes médicos, enfermeras, medicinas, instrumental, desde el más sofisticado hasta unos simples guantes de latex. No queda nada. Todo es cosa del pasado, aunque en las cifras alegres de los informes de Rubén Moreira se diga lo contrario y se hable de inversiones millonarias.

En igualdad de circunstancias, o quizá peor condición, se encuentra el Hospital del Niño, su presupuesto desapareció, sencillamente no existe. Aunque en el papel se diga que se han invertido decenas de millones de pesos y que se han realizado obras de mantenimiento por órdenes del gobierno del estado, lo cierto es que la constructora, de la que es propietario uno de los empleados del gobernador, gastó el dinero, no hizo nada y hoy, con tanto deterioro que tiene el edificio no queda más que cerrarlo para trasladarlo a un nosocomio como el de la Universidad Autónoma de Coahuila que, a marchas forzadas, ha logrado mantener sana su economía.

Agregarle la operación del Hospital del Niño es una forma fácil del gobierno de Moreira para quitarse de encima el conflicto que representa la salud de la población infantil, la más importante, la que se niega a atender.

De ahí pasamos al Hospital General de Torreón. Sus trabajadores ya no encuentran la puerta. Los reclamos ciudadanos van en constante crecimiento y las carencias también. No hay ni un solo mejoral en los estantes de medicamentos, ni jeringas, ni torundas, ni nada. Las enfermeras han llegado al grado de poner dinero de sus bolsillos cuando llega algún paciente grave, para que los familiares acudan a la farmacia de enfrente y adquieran calmantes, vendas y hasta hilos quirúrgicos.

Los médicos se hacen garras con lo poco que tienen. Nada es mucho. Y el crecimiento del número de pacientes sigue. Demandan la liberación de recursos que supuestamente le corresponden al hospital, pero en la Secretaría de Salud les informan que ya se gastó, ¿en qué? Nadie sabe decirlo pero el dinero ya no está en manos de esa dependencia, aunque su titular Jorge Verástegui sabe que decenas de millones de pesos fueron a parar al periódico El Zócalo y a su principal socio, Rubén Moreira. El descaro en el saqueo es tremendo. Tres ex secretarios de Salud no soportaron la presión constante de ver el deterioro de los hospitales y de saber que el dinero se paga en publicidad. Es dinero que serviría para tener hospitales de primer nivel.

Así, las autoridades ponen oídos sordos a los reclamos de la gente, a las exigencias de médicos y enfermeras. No les pueden volver a proporcionar lo que ya se gastó. Y que no se les ocurra pedir explicaciones porque “lo que entró salió”.

En el Hospital General Amparo R. Pape de Monclova, las cosas se pusieron más graves. Desde hace más de un años se había levantado la voz de alarma sobre las condiciones del inmueble. Pedazos de paredes y losa se les venían encima; trabajadores y enfermos podían sufrir en cualquier momento un accidente.

Pero nadie hacía caso. De aquellas instalaciones bien equipadas que dejó como herencia el Profesor Humberto ya no hay nada. Ni aparatos de Rayos X, ni otros más sofisticados, plantas de energía eléctrica, ambulancias super equipadas, no queda nada. Todo desapareció como por arte de magia. Aunque más que por ese arte, es fácil checar en los consultorios de los amigos de Rubén Moreira, el gobernador, para saber dónde se encuentran esos equipos costosos, pagados con dinero de los coahuilenses.

Pero en fin, nadie escuchó la voz de alerta. Nadie quiso saber nada de la cancelación del quirófano porque por sus paredes y techo se filtraba la tierra del medio ambiente, el sol y, en las noches, las estrellas. Nadie quiso hacer caso de que en época de lluvias el interior del nosocomio era una verdadera regadera. Nadie. Hasta que aparecieron las últimas lluvias y les cayeron encima, junto con trozos de plafones, a los pacientes encamados, a los doctores, a las enfermeras. Todo fue el caos.

Y dentro de ese caos, la prudencia de los médicos y la directiva de ese nosocomio. No soportaron más la presión y teniendo en cuenta que la responsabilidad de la vida de pacientes y trabajadores estaba sobre sus cabezas ordenaron la evacuación de lo que fuera un costoso edificio de salud.

Pero, baste checar el cuarto informe del gobernador Moreira para conocer que ahí se invirtieron muchos pero muchos pesos. ¿En qué? Esa sí que es una gran pregunta.

Las condiciones son más deplorables que las que presentan los hospitales de Saltillo. Es necesaria su remodelación total y al igual que los otros centros de salud, el dinero ya se acabó. Aunque parece que ya surgió la “mano salvadora” de Esther Monsiváis, una de las empleadas principales de Rubén Moreira que descaradamente, en combinación con su marido, maneja una constructora, la que se hará cargo de la “remodelación”, cuyo costo, no lo dude, será superior al valor de ese hospital.
Y de ahí siguen los hospitales generales de Piedras Negras y Acuña en los que se labora en las mismas deplorables condiciones que los anteriores.

Da vergüenza que la red de hospitales de salud que controla el gobierno de Coahuila se encuentran en esas condiciones tan inhumanas, mientras en El Zócalo siguen apareciendo páginas y más páginas pidiéndole a la gente que acuda a checarse de la próstata, porque, como el gobernador está enfermo de eso, tiene que cuidar que a su pueblo no le pase.

Son inserciones pagadas a un costo millonario para que las mujeres se chequen los senos, que verifiquen que están libres del cáncer de mama, o que la gente vaya y corra y que ya no le eche sal a la comida, o que no tome cocas por aquello del azúcar.
Y el dinero ahí se queda, en la publicidad. No lo aterrizan. No forma parte de la pintura que necesitan las paredes. No llega a los laboratorios para que surtan los medicamentos más necesarios dentro de cuadro básico, no se aterriza en equipo modernos para operaciones, no ese dinero se atora en los bolsillos del gobernador y de sus secuaces dedicados al comercio de la publicidad oficial.

Y ni qué decir de las clínicas de la Sección 38, aunque eso será materia de otro análisis porque difiere un poco, no mucho, de lo que ocurre con los nosocomios de los que he hablado.

¡Cuánto saqueo hace el gobierno de Coahuila en aras de anunciar programas de salud inexistentes, como los ya casi inexistentes hospitales generales!

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