Reforma trepidatoria.

Además de terror y tristeza, el sismo originó una serie de reacciones complejas y de alcances aún insospechados. Desde el despertar de la conciencia colectiva solidaria y filantrópica, hasta la exigencia social de redirigir los recursos públicos para financiar la reconstrucción.

El reclamo principal se centró en las prerrogativas que perciben, por mandato constitucional, los partidos políticos. Algunos, como el PRI, escucharon el clamor ciudadano y sin tapujos solicitaron formalmente a la SHCP la retención de sus recursos para ser aportados a las zonas afectadas. La iniciativa, incluso, propuso eliminar a los legisladores de representación proporcional.

En su conjunto, la propuesta se traduce en una reforma política de gran calado. Por lo tanto, requiere de un análisis, estudio y debate serio y responsable.

No hay mucho margen de discrepancia en cuanto a abolir el financiamiento público de los partidos políticos. Su origen era evitar la intromisión de intereses malsanos en la política. Sin embargo, con el tiempo, los montos relativos crecieron a niveles grotescos. Será indispensable debatir el qué y el cómo para avituallar ahora a las organizaciones políticas.

En cuanto a la eliminación total de los plurinominales, el espíritu del Senado de la República es que fuese una representación igualitaria entre las entidades federativas. Al incluir senadores de lista, sin restricción de procedencia, se rompió el equilibrio general. En tal virtud, su eliminación no sólo es conveniente, sino necesaria.

En cuanto a la Cámara de Diputados, cuyos miembros son representantes de la población, han cambiado mucho las circunstancias políticas que motivaron la inclusión de plurinominales en la reforma política de 1977. Ahora las elecciones son competidas y los resultados impredecibles, organizadas por un árbitro imparcial.

Sin embargo, existen dos razones importantes para justificar su permanencia parcial. La primera es garantizar foros de expresión institucional a las minorías que no ganen una elección distrital, pero representan corrientes de opinión relevantes. Así se evitaría que tomen las calles.

La otra está relacionada con la profesionalización: A muchos políticos les queda poco margen para prepararse parlamentariamente por andar en las calles conquistando simpatías. Entonces, sería deseable en aras de enriquecer el debate incluyendo perfiles experimentados y preparados en las listas de representación proporcional. Pero 200 son muchos; 100 serían más que suficientes.

Una reforma de tipo trepidatorio para poder estremecer los cimientos de nuestro sistema político. Una fuerte sacudida que México sin duda aplaudirá.

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