Reivindicando a Maquiavelo

En nuestro lenguaje, el término “maquiavélico” tiene siempre una connotación negativa: es sinónimo de inmoralidad y de falta de escrúpulos. Es un adjetivo utilizado para calificar a una persona cuyas acciones son vinculadas a la maldad, la perfidia y la traición.

Nicolás Maquiavelo, filósofo y político florentino de cuyo nombre deriva el término de marras, vivió hace cinco siglos y escribió una gran variedad de tratados. “El Príncipe” ha sido uno de los textos más relevantes y más influyentes en la ciencia política.

Después de revisar con cuidado su obra magistral, me queda claro que ha sido malinterpretado, descontextualizado e injustamente ponderado. Él sólo recabó datos de los gobiernos de su entorno, los analizó y recomendó a los gobernantes cómo mantener el poder y tener una exitosa gestión.

Cuando alguien realiza acciones indecorosas o inmorales para alcanzar un objetivo mayor, suele citar erróneamente a Maquiavelo con la frase “El fin justifica los medios”. Ésta fue escrita por Napoleón, a manera de colofón, en la última página de El Príncipe, extraída a fuerzas del texto para excusar sus acciones.

Ciertamente, el florentino habla de eliminar al enemigo para que no se pueda vengar, y reconoce que beneficios recientes no hacen olvidar ofensas pasadas; sin embargo, aclara que “no se puede llamar virtud el matar a los conciudadanos, el traicionar a los amigos y el carecer de fe, de piedad y de religión, con cuyos medios se puede adquirir poder, pero no gloria”.

Más bien propone fortalecer la dignidad del pueblo respetando sus costumbres; enfrentar nuestros problemas porque “las guerras no se evitan, solo se posponen”, e imitar a los hombres grandes y excelsos, buscando igualarlos en virtud. Destaca también que es mejor ser apoyado por el pueblo que por los nobles, y señala que un gobernante debe estudiar constantemente y ejercitarse.

Maquiavelo propone algunas estrategias heterodoxas, quizá fuente de su mala fama. Por ejemplo, que las ofensas a inferir sean una sola vez para que hieran menos, mientras los beneficios deben dosificarse. Otra: mejor ser tildado de tacaño que de despilfarrado, cuando de recursos públicos se trate. Una más: preferible ser considerado cruel que clemente, cuando se quieran mantener el orden y la seguridad. Y dos de antología: es mejor ser temido que amado, aunque nunca odiado; y es muy importante que el gobernante cumpla su palabra, salvo cuando cambien las circunstancias.

Maquiavelo fue sociólogo de masas y gurú político de su época. Maldad encarnada para quienes malentendieron su obra; brillante estratega para los nobles de corazón. 5OO años después, sus apuntes siguen vigentes.

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