Seis meses han pasado. Una gran expectativa se ha creado.
El fiscal anticorrupción de Nuevo León, el señor Ernesto Canales, luego de seis meses de gestión del gobierno de Jaime Rodriguez Calderón, “El Bronco”, resuelve con apoyo del juez, embargar bienes, señalar activos y correr expedientes: al exGobernador priista, a varios ex funcionarios del primer nivel y a la ex alcaldesa de Monterrey, panista.
Una primera esperanza despertada en un pueblo neoleonés (laborioso y entregado), robado y harto. Esa esperanza del primer independiente que cabalga resuelto cruzando valles y montañas, ciudades y metrópolis; diciendo su verdad y prometiendo (cual caudillo del siglo XXI) emancipar al pueblo de los caciques y ladrones. Llevándose entre las patas del corcel a los amarillos y a los azules, a empresarios empoderados y a tricolores enquistados, se erigía como el salvador. Un bronco que levanta la bandera y desafía con la fuerza del pueblo a todo el poder constituido, a todo el poder corrompido, a todo el poder extraviado.
El pueblo creyó. Le dio su aval, le sonrió. Le preguntó que donde estaban las monturas para cabalgar juntos en pos de un nuevo horizonte, de un nuevo amanecer. Lo votaron conformes, lo apoyaron seguros, lo animaron resueltos. Un pacto de sangre y con sangre, se contraía. El Bronco lo sabe, el pueblo lo blande.
Se recuerda el cambio prometido. Los días pasan y el peso de gobernar entre escombros, entre escoria, entre deudas y rapiñas que al paso de esos 180 días se van descubriendo, irrita al respetable y frunce al cabalgante.
Tantas presiones externas, tantas internas. Se dice de todo: que estaba entregado Jaime, que hay fantasmas tras el Bronco y su figura, que obedeció a intereses de personajes hegemónicos en el país cuando se envalentonó por la gubernatura, que Nuevo León y esa contienda “habrían sido un experimento político social”.
Tenía que reaccionar.
Estaba Jaime Rodriguez ocupado en gobernar (desensillado, había dejado las botas vaqueras y se enfundaba en cómodos zapatos para aguantar las noches en vela). Desgastado y engordado, y con una sonrisa escasa. Con dificultades de recursos, con frenos políticos, con una suerte de revanchas de medios con seca chayotera, con un congreso defendiendo las inercias del pasado reciente, con una iniciativa privada exigiendo resultados. El pueblo, gritando por sangre y vitoreando el regreso del dinero robado a las arcas estatales. El gobierno federal regateando apoyos para abogar por Los Medina. Los ojos del mundo observaban quisquillosos y desconfiados (lo siguen y seguirán haciendo).
Había que renegociar la deuda y se requería al congreso para validarlo, es la Ley. Reviran los diputados, “se aprueba la renegociación pero no hay auditoría al exGobernador”. El Bronco “relincha”. Se pone las botas empolvadas, monta a su caballo (que ya lo extrañaba) y declara que “le da avergüenza el congreso”.
No entendimos entonces esa reacción (ColumnasdeMexico.com rescató y publicó esa nota de la semana pasada, era importante ¿y díganme si no?, El Bronco despertaba del letargo político y del agobio financiero que lo sometían).
El ex priista Aldo Fasci, ex secretario de seguridad pública en otras administraciones, ahora sub fiscal anticorrupción, se insubordinaba. ¿Se anunciaba una ruptura? No, eran los vientos del descontento y la frustración política por la conducta del congreso y la pasividad del bronco gobernante, quien solo apechugaba, golpe tras golpe. Eran los escarceos internos, las fuerzas que decían al gobernador que era el momento. Actuaban o perdían todo.
La decisión.
Era ahora o nunca. Un silencio de dos días acompañó al sonriente congreso que se apoyaba en sus líderes partidarios (PRI y PAN, ayer gobiernos en la alternancia, hoy solo oposición). Sentían que el mandatario se quebraba, que lo habían sometido. Que el bronco de ayer era solo bravucón de ahora. Sin agua va, vino el anuncio: Las primeras averiguaciones, los resultados de las primeras auditorias, señalaban unos primeros 3500 millones de pesos del ejercicio del exGobernador Rodrigo Medina de la Cruz. Se embargaban bienes precautoriamente, en tanto se resolvían las denuncias penales. Se inhabilitaba por diez años a varios ex funcionarios estatales. Se tomaban medidas similares contra la ex alcaldesa de Monterrey, Margarita Arellanes, por desvío de recursos públicos. Se prometía que era solo el comienzo.
¡Hasta donde tope!, que se los debe.
Aún hay escépticos. Tantos, dentro y fuera de Nuevo León, celebramos la reacción bronca. Por fin, la justicia para el pueblo y la guillotina para el traidor y para los ladrones. Las voces de duda no se hicieron esperar. Por ello la recomendación de los externos ante el juicio de los internos:
“Señor bronco no juegue con el pueblo. ¡Hasta donde tope!, que se los debe”. Igual que fue impulsado hasta la estratosfera política (al grado de tener aspiraciones estratosféricas, que pudieran o no ser sólidas), si se equivoca, titubea, afloja y pierde, lo sobajarán y lo quemarán en leña verde. Juicios (debido proceso), cárcel, y el regreso del dinero a los cajones, urgen consolidar, sin cortapisas.
Tantos casos en las entidades vecinas y en tantas otras (acá en Coahuila, para empezar, donde la familia Moreira se cobra rencillas sociales, haciéndose con todo a su paso, ilegítimamente), esperan este destino fatal para los enemigos del pueblo, que se lo han ganado a pulso. Queremos el ejemplo nacional, de justicia pronta y expedita, e inflexible, ante los bandidos y los hinchados de dinero y de poder.
¿Qué quiere ser Jaime, verdugo o res? Usted decide. El juicio de la historia lo señalará, pero antes, el juicio del pueblo lo calificará… con las consabidas consecuencias.
Dios salve al gran estado de Nuevo León, y lo inspire a usted.