La indignación no se cuenta, pero cuenta mucho.

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La Nación está indignada por el incumplimiento de las promesas de Enrique Peña Nieto de que no aumentaría el precio de la gasolina con su Reforma Energética (VANGUARDIA, 27 diciembre 2016).

Es probable –y ojalá– que éste no sea un feliz año nuevo para el que se dice Presidente de México, pero que ha resultado ser el primer enemigo de los mexicanos porque su perversidad nos lleva al caos e impulsa un mayor empobrecimiento de la población; aunque ya sabemos que el cinismo y la desvergüenza son sus principales aliados. Para él y sus socios, de lo que se trata es de expoliar, despojar y usurpar, con su soberana hipocresía, el bienestar de la Nación al precio que sea.

El gasolinazo fue la chispa que prendió la indignación que cunde por el país. Desde el día primero del año, las protestas en mítines, manifestaciones y tomas de carreteras en diversas entidades se multiplicaron. Ellas han mostrado que no es posible seguir con esta dinámica de mentiras y engaños que nos ha arrastrado a esta tragedia, a la que ya se sumaron los aumentos en la electricidad.

Las manifestaciones de repudio a los aumentos se han presentado al menos en 20 entidades del país. Entre las más rudas están las de Chihuahua, donde cerraron cacetas de peaje, deteniendo el tráfico vehicular por horas; bloquearon las vías del tren, cerraron los puentes internacionales de Ciudad Juárez, así como oficinas del Gobierno Federal y del Estado.
En Coahuila, las marchas fueron en La Laguna y en Saltillo, a éstas se sumaron maestros, trabajadores, obreros, empleados, algunos transportistas de carga y campesinos.

El destino del país no está en nuestras manos, sino en las de un grupúsculo que se comporta como una mafia que entrega con indecencia e impudicia el patrimonio de la Nación a los extranjeros.

Tal vez este trancazo haga despertar del letargo a las clases medias de este país que viven instaladas en su comodidad, sin percibir la magnitud de estos hechos. Es posible que así sea porque hasta las timoratas y sumisas organizaciones empresariales están protestando: la Coparmex afirma que el incremento es desproporcionado porque se traslada toda la carga hacia el consumidor final, y hacen un llamado al Congreso de la Unión para que revise y realice los ajustes pertinentes al IEPS (Impuesto Especial sobre Producción y Servicios), a fin de disminuir las afectaciones a los consumidores finales.

En el libro primero de la “Gran Moral”, Aristóteles escribe que “La justa indignación es el dolor que se experimenta al ver la fortuna de alguno que no la merece; y el corazón que se indigna justamente es el que siente las penas de este género. Recíprocamente se indigna también al ver sufrir a alguno una desgracia no merecida. He aquí lo que es la justa indignación y la situación del que se indigna justamente”.

Los cuentos que nos cuenta y nos cuestan muy caros son los del señor Rubén Moreira, quien está gastando cientos de millones de pesos para decirnos que construyen carreteras como la de Zacatecas que se inició hace años, y que el anterior Gobierno no la terminó; y él, a lo mejor, tampoco la acabará; en su cuento incluye también la de San Pedro – Cuatro Ciénegas, obra que igualmente lleva sin concluir una buena parte del siglo 21. Cuenta mucho.

El gancho electoral con el que cerró el año el Ejecutivo local, con la eliminación de la tenencia vehicular y el “vale más tarde que nunca”, fue una burda medida política-electoral, ¿por qué no eliminó la megadeuda? Además, Rubén Moreira cerró el año defraudando al movimiento magisterial al no cumplir los acuerdos que contrajo y que firmó con la Coalición de los Trabajadores de la Educación. No tiene palabra.

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