“A Issa, en su cumpleaños”

Ya no hay escaleras que nos presten a fin de desenclavar al Nazareno, los días de guardar son dados al recreo y el entretenimiento.

Los espacios de la reflexión limitados para el ejercicio de pensamiento que nos una más a la divinidad, en pos de su universal sacrificio.

La algarabía que trae el pretendido fin de una pandemia hace la condena letal del retorno de los centros vacacionales, huertas, campos, serranías en donde habita el hacinamiento a los hogares este próximo domingo y ahí nos veremos con este terco virus.

Persisten las tradiciones que parecería que nunca tendrán fin, afortunadamente, que fueron legados de los tiempos en que se ejercitaba el duelo y luego la algarabía.

Recuerdo a mi abuela Doña Lupe y su vestimenta negra de jueves a sábado de pascua, los santos tapados en la catedral, el silencio del viernes, las fiestas de los ranchos: Las Encinas, La Campana, El Tunal, San Antonio y el domingo trágico de la coneja, años después en Piedras Negras en el que siempre había accidentes automovilísticos y ahogados.

En nuestra estadía en Puebla, la apertura del mural espectacular de la catedral y la procesión de las 13 estaciones cercanas a la iglesia de Nuestra Señora de la Esperanza con el padre Paco y Melissa, encargada de cargar el estandarte.

Tiempo después la procesión del silencio en Morelia, impactante, sombría, respetuosa rematada en la catedral, ante el desfile de cerca de 100 imágenes de cristo de las diferentes iglesias de la ciudad.

En Romita, pueblo pintoresco de Guanajuato, por 7 años disfrute del jugo de frutas del  viernes de dolores, que se brinda gratuitamente en las casas asignadas por cada cuartel o barrio del poblado y posteriormente de la escenificación de la pasión de Cristo organizada por el fallecido Padre Lalo y sus personajes de siempre, entre los que no podía faltar el tiki tiki que hasta de Jesucristo la hacía.

Refiere el Papa Francisco I, en su reflexión de cuaresma: “Perdemos mucho tiempo pensando en quienes nos han hecho daño, mirándonos dentro de nosotros mismos y lamiéndonos las heridas que nos han causado los otros, la vida, la historia”. “Hoy Jesús -dijo el Pontífice- nos enseña a no quedarnos ahí, sino a reaccionar, a romper el círculo vicioso del mal y de las quejas, a responder a los clavos de la vida con el amor y a los golpes del odio con la caricia del perdón”.

Continua: “Cuando se usa la violencia -declaró Francisco– ya no se sabe nada de Dios, que es Padre, ni tampoco de los demás, que son hermanos. Se nos olvida porqué estamos en el mundo y llegamos a cometer crueldades absurdas. Lo vemos en la locura de la guerra, donde se vuelve a crucificar a Cristo. Sí, Cristo es clavado en la cruz una vez más en las madres que lloran la muerte injusta de los maridos y de los hijos. Es crucificado en los refugiados que huyen de las bombas con los niños en brazos. Es crucificado en los ancianos que son abandonados a la muerte, en los jóvenes privados de futuro, en los soldados enviados a matar a sus hermanos”. “En esta semana -concluyó el Papa- acojamos la certeza de que Dios puede perdonar todo pecado, toda distancia… La certeza de que con Jesús nunca es el fin, nunca es demasiado tarde y caminemos hacia la Pascua con su perdón“.

Disfrutar de los días santos no conlleva un alejamiento con la divinidad y su sacrificio, creo estar seguro, el planteamiento es poder regresar el tiempo unos minutos para invertirlos en esa alusión necesaria de nuestros alcances en la fe y por qué no, contagiar a otros de este escenario.

La Semana Santa es también la fecha de las vacaciones de millones de mexicanos que saturamos los espacios turísticos en un corto tiempo, no cabe duda.

Deseo una feliz Pascua de Resurrección a mis lectores y un viaje seguro, si es su decisión, tome las medidas de salud necesarias y si va a la sierra no prenda fuego, como súplica.

Machado recuerda en su saeta : “Oh, la saeta, el cantar Al Cristo de los gitanos/Siempre con sangre en las manos/Siempre por desenclavar/Cantar del pueblo andaluz Que todas las primaveras/Anda pidiendo escaleras/Para subir a la cruz. Cantar de la tierra mía/Que echa flores Al Jesús de la agonía/Y es la fe de mis mayores/¡Oh, no eres tú mi cantar/No puedo cantar, ni quiero/A este Jesús del madero/ Sino al que anduvo en la mar!”.

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