Cualquier persona medianamente sensata rechaza opinar sobre asuntos que no conoce o no comprende a profundidad. Es una cuestión de honestidad elemental basada en la humilde aceptación de que nuestros conocimientos son finitos o limitados, y que jamás alcanzan para cubrir todos los aspectos de la realidad. Además, es una muestra de respeto ante quienes se han preparado para resolver asuntos de alta complejidad. Y es, también, un tema de responsabilidad ante la posibilidad de que una opinión equivocada genere consecuencias indeseables.
Debería ser más que claro, que hay decisiones de elevada dificultad que sólo pueden tomar determinados especialistas, por el riesgo implicado en aquello sobre lo que se está definiendo. En esos casos, la oportunidad para emitir opinión tendría que limitarse a unos pocos, capaces de aportar elementos de peso basados en su conocimiento y experiencia; pero, además, con la probada capacidad para apartar sus intereses personales, anteponiendo los hechos y las evidencias necesarias para sustentar su parecer.
Existen, por supuesto, temas de interés público que deben ser ampliamente consultados para garantizar que se procurará la mejor decisión de cara al bien común. Sin embargo, aún en esos casos, la responsabilidad sobre lo que se determina hacer y sus consecuencias no deja de estar en las autoridades, son éstas las que deben tener la última palabra, sobre todo, cuando se trata de cargos ocupados por personas que solicitaron el voto para asumirlos.
Todo lo anterior conduce a un sólo lugar: la burla que supone la amañada consulta pública, más no popular -existe una abismal diferencia entre una y otra-, propuesta por AMLO para resolver el tema del aeropuerto de la Ciudad de México. Pretender que se someta a consulta una decisión tan relevante, tan técnica y tan complicada, es una perversión mayúscula que anuncia sin equívocos cuál será el sentido de su gestión. Y si llegara a cancelarse la obra del aeropuerto, derivada de la susodicha consulta, las consecuencias negativas -como retroceso en la calidad crediticia del país que ya anuncio Moody´s-, tendrían múltiples impactos por los que el futuro presidente deberá responder.
Solicitar a los ciudadanos, la mayoría de los cuales estamos -yo me incluyo- incapacitados para opinar al respecto, es hacerle al Pilatos para liberar a Barrabás y luego, lavarse las manos.
Face: marcelotorresc / Tuitter: @marcelotorresc