Más demacrado, molesto, serio, y hasta asustado; son las imágenes que vemos (y adivinamos) en el rostro y discursos de Miguel Riquelme. Un gobernador débil, de un gobierno en ruinas. De un estado desprestigiado, enojado y hecho trizas.
Su primera orden:
poner retenes en toda la entidad (asusta al turista y al comercio, y molesta a la IP). Su primer gabinete:
fue tan obvio que lo evidencia, dejó de “encargados del despacho” a todos los moreiristas (los nombrados, 1 de él y 9 de Moreira).
Su primer discurso:
improvisado y titubeante (sin imagen de liderazgo ni a la altura del desafío).
En su toma de posesión, las comisuras de los labios estaban totalmente hacia abajo (caídas, como el gobierno, como Coahuila). Estaba enojado, o eso quería que viéramos. Pero…
¿A quién engaña Riquelme? Debía estar contento de recibir una investidura que no ganó, de poder comprar más relojes caros con dinero ajeno. De ser mandatario teniendo un perfil medio y una imagen deplorable. Pero como no lo dejaron ni decidir que corbata se ponía, empezó a sentir lo humillante de ser solo un delfín tapadera, nadando renco en aguas turbias.
La herencia maldita.
Él sabía perfectamente y sabe, a que zona de desastre entraba (desastre artificial no natural). El sabía y sabe que su gobierno y su persona, son una continuación del moreirato, solo sin apellido Moreira. Pero de igual corrupción, impunidad y criminalidad. Él sabe que además, su patrón manda soberbio y le gusta que se note.
Ahora resulta que quiere mandar Riquelme y peor aún, que nos sepa tan estúpidos para creer que “el que gobierna es él”.
Si alguien en Coahuila sabe y ha padecido y consentido, el carácter explosivo prepotente y ventajoso de Viggiano y de Moreira, es precisamente Miguel Ángel Riquelme. Ahora que no le haga al mártir. Se enriqueció con ellos y es su sucesor tapadera. O para que cree que lo dejaron ahí de títere.
La lumbre.
Empiezan a aflorar lumbres en varios frentes (la inseguridad en Torreón arde, las ejecuciones son de todos los días… solo como ejemplo).
Y es que Riquelme pide a su patrón que lo deje gobernar, aunque sea de imagen (que parezca que nombra gente suya, que parezca que sabe dirigir un estado quebrado y saqueado, que puede con el paquete criminal, que le crea alguien que “es él quien gobierna”).
Y el otro (Moreira), malvado y retorcido, le calienta las plazas y le prende fuegos artificiales, para que su delfín le llame a rogar o de plano, nuevamente se hinque ante él: ¡patrón ayúdeme, ya no sé qué hacer!
Arranque en falso.
Son pocos días para juzgar pero lo visto anuncia improvisación, falta de oficio y manos atadas. No hay nada que ver en el arranque del gobierno, un arranque en falso. Todo el gabinete nombrado está acabando de ocultar bajo la alfombra todo el mugrero. El restante y mayoritario gabinete está dirigido por los mismos funcionarios en su calidad de “encargados del despacho”. Ellos también hacen sus últimos arreglitos para cuidar la salida de su patrón Moreira.
No hay Plan de Desarrollo, no hay reforma a la Ley Orgánica, no hay gabinete completo, no hay orden ni estructura de imagen. El lema esta al revés (a ver si así lo atienden), como todo en este improvisamiento, patas para arriba.
La mayor evidencia del inutilismo y la herencia maldita, es que seguimos hablando de Moreira y no hablamos más de don Riquelme.
¿A quién engaña Riquelme?
Moreira manda, y él (MARS) no saca la pelota del cuadro.