“Acres de diamantes”.

“Acres de diamantes”

¿Quién no quisiera encontrar un gran tesoro? ¿Qué persona no desearía toparse con un campo de diamantes? ¿Quién no renunciaría a las  propias posesiones a cambio de mayores riquezas?

La vida continuamente nos sorprende por su curiosidad: infinidad de personas buscan y buscan minas copiosas de tesoros dorados y eternos en lugares  inhóspitos y lejanos, abandonando todo cuanto ya poseen, sin percatarse de los diamantes que posee el equipaje ya dotado, sin reparar que en lo profundo de sus alma  esperan germinar esos dones sembrados por Dios desde antes de la concepción de la vida misma; sin tomar en cuenta la fecundidad que ansía florecer en sus propias familias, obviando la fertilidad que abunda en sus comunidades.

Es irrefutable: En ocasiones no solo desdeñamos lo que ya tenemos, sino además solemos quejarnos por las ausencias. Evadimos la gratitud de lo recibido, de lo disfrutado y gozado; bien lo decía Jalil Gibran “la ocasión que me aborrecí, fue cuando me quejé por no tener zapatos y miré a una persona que no tenía pies”.

Lágrimas de nostalgia

La vida es curiosa: infinidad de seres humanos buscan y piden bendiciones, sin percatase de las que ya abundan, sin darse cuenta de la fortuna contenida en sus propias tierras, sin advertir las oportunidades disfrazadas de retos, de adversidades que pueblan sus caminos.

Como lo narra el Nobel John Steinbeck en el clásico “Las uvas de la ira” (1939), también millones de personas desheredadas, obligadas por la pobreza y el abandono,  dejan sus tierras – muchas no labradas -, abdicando a sus simientes,  a las tumbas ancestrales de sus mayores,  para ir en busca del paraíso de miel y bienestar, para perseguir un sueño promisorio, para intentar conquistar una quimera que, la mayoría de las veces, posiblemente evolucionara en muerte o explotación inhumana, siempre en discriminación y generalmente en cruel expulsión gestada por corazones inmisericordes.

Migración que se transforma en lágrimas de silencio y nostalgia, en el sabor amargo del arrepentimiento por haber dejado la ancestral historia de sus antiguos. Por  haber salido de esas tierras, ahora huérfanas,  de canto y fecunda presencia.

Por voluntad propia

La riqueza no reconocida en ocasiones puede convertirse en pobreza, tal como le sucedió a Ali Hafed, personaje central del libro de Russell Herman Conwell (1843- 1925), de quien hoy he tomado prestado el nombre de esta entrega.

Ali vivía en sus abundantes tierras  y estaba “satisfecho porque era rico y rico porque estaba satisfecho”, pero luego aun cuando no había perdido nada se “hizo pobre porque se preocupaba del temor de ser pobre”, y fue cuando renunció a sus posesiones y fortuna para emprender un largo camino.  Entonces se convirtió en inmigrante, en expatriado,  y todo para buscar mayores riquezas, tal como lo se puede apreciar en la siguiente traducción libre y resumida del escrito de Russell:

“Hace algún tiempo no lejos del Río Indo, vivió un viejo persa de nombre Ali Hafed. Ali Hafed era propietario de una hermosa finca con huertos, campos de trigo y jardines.

Un día visitó al viejo granjero persa un sabio sacerdote budista. Se sentó junto al fuego y le contó al granjero cómo se había formado este mundo nuestro. Dijo que en un tiempo, nuestro mundo había sido solamente un banco de niebla y el Todopoderoso metió su dedo en el banco de niebla y lo hizo girar hasta convertirlo en una bola de fuego. La bola comenzó a rodar por el universo, abriéndose camino como su fuego.

El fuego interno estalló atravesando la corteza y formando las montañas, las colinas, los valles. Después se enfrió y se convirtió en granito, la que se enfrió menos rápidamente se transformó en plata; la masa que se enfrió todavía más lentamente en oro, y después del oro se formaron los diamantes.

El budista dijo: “Un diamante es la gota congelada de un rayo de sol”, es la última y más grande de las creaciones minerales de Dios, así como la mujer es la última y más grande las creaciones animales de Dios… Si tuvieras un diamante del tamaño de un dedo pulgar, podrías comprar el condado entero y si tuvieras una mina de diamantes podrías colocar a cada uno de tus hijos en el trono, gracias al poder de tu enorme riqueza.

Ali Hafed escuchó todo lo que dijo el sacerdote acerca de los diamantes, acerca de su valor, y aquella noche se fue a la cama sintiéndose un hombre pobre. Hasta que tomó una decisión: ¡Quiero una mina de diamantes!

Ali Hafed buscó al viejo sacerdote y le preguntó: ¿dónde puedo encontrar diamantes? El sacerdote le dijo: “Busca un río que corra entre arenas blancas y altas montañas. Puedes encontrar diamantes en la arena blanca”.

Así que Ali Hafed vendió sus tierras, recogió su dinero, dejó su familia a cargo de un vecino y se marchó en busca de diamantes. Pasaron los años. Se halló con la absoluta miseria… Dicen que se lo llevó el mar.

Mientras Ali Hafed recorría su calvario, el hombre que le había comprado sus tierras llevó un día su camello a beber al jardín y en el agua poco profunda del arroyo percibió un destello proveniente de las blancas arenas y extrajo una piedra negra que reflejaba los colores del arco iris. Se llevó este guijarro a su casa y se olvidó de él.

Volvió el sacerdote budista y al entrar en la casa vio el rayo de luz que reflejaba aquella piedra, corrió hacia ella y gritó: “¡Un diamante! ¿Ya regresó Al Hafed?”. No, contestó el granjero, Ali Hafed no ha regresado y esto no es un diamante, es una simple piedra que encontré en el jardín. El sacerdote dijo: “Este es un diamante”. Corrieron entonces al jardín, removieron las blancas arenas, y ¡oh, sorpresa! encontraron infinidad de gemas de mayor valor que la primera.

Fue así como se descubrió la famosa mina de Golconda que llegó a ser la mina de diamantes más fabulosa en toda la historia de la humanidad. El Kohinoor y el Orloff, brillantes que pertenecen a los tesoros de Inglaterra y Rusia, proceden de esa mina.

Si en lugar…

Si Ali Hafed, en lugar expatriarse, se hubiera quedado en su casa, si hubiera cavado en su propio jardín trasero, hubiera encontrado diamantes: La riqueza anhelada y no hubiera sufrido hambre ni encontrado la muerte en tierras indómitas, ajenas y extrañas”.

Aleccionadora narración: Lo mejor ya lo poseemos, los diamantes abundan en nuestros corazones.

Busca dentro de ti

Los dejo con un escrito del inigualable poeta y prosista nayarita Amado Nervo (1870-1919) referido en su libro “Plenitud”: “Busca dentro de ti la solución de todos los problemas, hasta de aquellos que creas más exteriores y materiales. Dentro de ti esta siempre el secreto: dentro de ti están todos los secretos.

Aún para abrirte camino en la selva virgen, aún para levantar un muro, aún para tender un puente has de buscar antes, en ti, el secreto. Dentro de ti hay tendidos ya todos los puentes.

Están cortadas dentro de ti las malezas y lianas que cierran los caminos. Todas las arquitecturas ya están levantadas dentro de ti.

Pregunta al arquitecto escondido: él te dará sus fórmulas. Antes de ir a buscar el hacha de más filo, la piqueta más dura, la pala más resistente, entra en tu interior y pregunta… Y sabrás lo esencial de todos los problemas y se te enseñara la mejor de todas las fórmulas, y se te dará la más sólida de todas las herramientas. Y acertarás constantemente, pues que dentro de ti llevas la luz misteriosa de todos los secretos”.

Por no saber

Inagotables posibilidades y profundísimos campos verdes, como la mismísima felicidad, celosamente se resguardan en el horizonte de la primavera eterna que abrazan nuestras almas;  pero, tal vez, por la terca costumbre de la dorada riqueza  de permanecer  en el anonimato, serena y silenciosa, o posiblemente por la ardiente e insensata locura de vivir en el oropel del  tener, nos expatriamos del arquitecto escondido, luego de la familia, los amigos y del maravilloso enjambre de la comunidad que nos vio nacer.

¡Por no saber de los acres de diamantes que nos rodean, por ignorar la amplitud vital de nuestra propia creación, de vergüenza en las tinieblas podríamos morir en soledad!

 

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