Dulce paz con blancura de azucenas,
que tienes en el Padre tu remanso;
la quietud de tu carne es el descanso
de tu vida inflamada y de tus penas.
La Sangre derramada de tus venas
en efluvios de amor, aunque distante,
lava nuestra maldad, siempre constante,
así como hace el mar con las arenas.
¡Amor de Cristo! Amor de los Amores
(lecho de palo en cruz para su muerte,
hiel y vinagre para sus dolores).
No cabe Amor más grande ni más fuerte,
ni mayor resplandor de resplandores,
que esta Luz que nos da tu cuerpo inerte.