En octubre se celebra la lucha contra el cáncer de mama y se ha bautizado como el mes rosa, en alusión al sexo atacado principalmente por ese enemigo silencioso que sigue creciendo y cobrando las vidas de nuestras madres, hijas y hermanas.
Las estadísticas son terribles. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, cada año mueren casi setecientas mil de mujeres en el mundo a causa del cáncer mamario. En México las cifras no son más alentadoras, ya que desde el 2006 es la principal causa de defunción en población femenina y cada poco más de una hora que pasa fallece una mujer debido a esta causa.
Y lo peor del caso es que el 95% de esos decesos pudieron haberse evitado si la detección hubiese sido a tiempo. Lamentablemente, solo una de cada tres mujeres es diagnosticada en una etapa temprana del padecimiento.
El origen y las causas del cáncer de mama siguen siendo un misterio para la ciencia. Lo que sí es un hecho es que, paradójicamente, el incremento en la esperanza de vida, la urbanización y la adopción de costumbres occidentales han agudizado su incidencia. Se cree también que una mezcla de predisposición genética con un entorno adverso a la salud sea otro factor.
El asunto no es ajeno a nadie ni lejano a nuestro círculo social. Al igual que con el Covid, todos tenemos un familiar o alguna amistad cercana que padece o ha padecido la enfermedad. De hecho, la estadística indica que una de cada ocho mujeres desarrollará cáncer de mama a lo largo de su vida.
La letalidad del flagelo es mucho menor en países desarrollados, pero no porque tengan menos casos, sino porque ahí se ha inculcado una cultura de prevención entre la población. En ellos, solo es fatal para el 20% de los casos diagnosticados como positivos, mientras que en los países en vías de desarrollo esa cifra se triplica.
Según estudios médicos, es posible reducir la probabilidad de padecer cáncer de mama si se adquieren ciertos hábitos, como hacer ejercicio con regularidad, reducir la ingesta de grasas y de productos industrializados y procesados, así como evitar el consumo de tabaco y alcohol.
Pero la mejor forma de combatir este lacerante mal es mediante la concientización de la población, y no solo la femenina. El problema es de todos como sociedad. Lo primero que tenemos que hacer es quitarnos viejos tabúes y paradigmas obsoletos, y platicar abiertamente del tema en familia.
Debemos motivar todos la autoexploración constante y los chequeos periódicos de nuestras mujeres. Recordemos: una detección a tiempo les puede salvar la vida.
El que la incidencia sea poca en varones no quiere decir que no sea problema masculino también, al contrario. Todos tenemos madre, esposa, hermanas o hijas por quienes daríamos la vida. Motivemos la autoexploración y la detección oportuna. Que no sea solo octubre, sino todo el año rosa.