Es imposible negar la necesidad de un uso cada vez más eficiente de los recursos. Tal realidad no sólo atañe al gobierno sino a todos los ámbitos del quehacer humano. Tenemos una responsabilidad para con el planeta y la totalidad de los seres que la habitan a la que no podemos renunciar, por eso no podemos seguir permitiendo que se derrochen recursos. Cumplir con los deberes con la menor cantidad posible de recursos es un deber de todos.
Sin embargo, como sucede con casi todo lo humano, el bien que supone la austeridad se puede pervertir para convertirse en un discurso mentido, que lejos de procurar la eficiencia intente el control político y el abuso del poder. Los autócratas también se pueden disfrazar de austeros para colonizar y doblegar voluntades, privilegiándose a sí mismos en perjuicio de los demás.
Para prevenir que tal cosa suceda es necesario establecer criterios claros, ampliamente conocidos y comprendidos, para garantizar que la asignación de recursos no es discrecional sino apegada a una racionalidad acordada que establece su fundamento en el bienestar generalizado. Cada ciudadano interesado debe poder identificar cada atributo que conforma la austeridad con la misma precisión con la que define para sí y para los demás el día o la noche.
Sin la existencia de parámetros precisos que permitan distinguir qué es austero y qué no, es muy difícil impedir que se abuse del poder castigando, a través de los recortes presupuestales, a quienes, por ejemplo, no comparten una idea política o un proyecto de nación. Nada bueno hay para un país ávido de prosperar si quienes están al frente del poder no utilizan las herramientas disponibles para procurar ese progreso.
Si existe una intención auténtica de construir una política de austeridad para México, urge que se definan los criterios que orienten la asignación y empleo de los recursos públicos. Sin esos parámetros sólo existen discursos vacíos. Si, además, lo que observamos son subejercicios, compras sin licitación y gastos poco prioritarios, entonces, lo que tenemos es mera simulación. Apostemos, pues, a la verdadera austeridad.
@marcelotorresc