Recuérdese que, en diseño al menos, el Congreso es un contrapeso del Ejecutivo. Lo que se ha conocido hasta ahora, sin embargo, pareciera no respaldar esta afirmación: las iniciativas aprobadas sin dificultad provienen de la oficina del Gobernador en turno, las decisiones que debieran tomarse en el Legislativo son de mero trámite.
Agréguese que las alcaldías de un año se antojan insuficientes para cualquier decisión de importancia y se comprenderá por qué la atención generalizada se centra en el “pon y quita” de la arena electoral por la gubernatura.
Pero estamos en tiempos en donde todo lo que creemos saber debe replantearse. Los contextos cambian y el peso de los actores también. La inclusión de un ex gobernador en el proceso electoral es clara muestra de se está aprendiendo en el camino y hasta el más experimentado de los estrategas debe abrir bien los ojos.
Dos pasos más delante de la descalificación o la consagración en automático, el particular requiere un análisis de cabeza fría.
Téngase en mente que, en un ambiente del (todavía) partido dominante, ser gobernador otorgaba prelación: “el primer priísta del Estado”, les llaman en eventos domésticos. Posterior a esa investidura, cualquier otra posición de elección era un retroceso. Ya en esto, el asunto cambió… cualquiera que sea la razón (quiere seguir sirviendo, dirán los seguidores; busca el fuero, afirman los detractores).
Pero el cambio es más profundo. Dicen que para que la cuña apriete…
A inicios de diciembre, quien todavía despacha como Gobernador dijo en entrevista a Multimedios Laguna: “…creo yo, así en lo personal, que en esta elección no se debe presentar nadie de mi familia…”. Pues bien, en franca rebeldía al parecer del primer priísta, se mantuvo la postura y el interés… Contra todo, el Partido incluso.
Si es o no un conflicto fabricado, es asunto aparte. Acá el meollo es que ha quedado demostrado que la voz del actual gobernador no es la única ni la que se escucha más fuerte. Tal vez es por aquello de “a ese lo puse yo”, quién sabe.
Pero el particular, insisto, pudieras tener mayor trascendencia: ¿qué sucede cuando un ex gobernador se vuelve diputado local? Aquí es donde todo estaría por aprenderse.
Supongamos que, como se ve desde afuera, el Congreso ha aprendido a ser apenas un eco. ¿Quién tendrá el tamaño, las tablas, la experiencia (o hasta la maña, si se quiere) para hacerle frente a uno que ha recorrido de todo? ¿Cómo podría decidirse el reparto de las Comisiones, por ejemplo, o el presupuesto, o los tiempos en Tribuna y un largo etcétera?
Muchos de los que ahora contienden comenzaban apenas cuando el otro ya era gobernador. O le cargaban la maleta. Así de simple.
Entre las leyendas urbanas, se habla del Legislativo como un poder del no-poder: Si alguno de los legisladores se ponía valiente, lo apaciguaban con un manotazo en la mesa o con la amenaza contra una carrera política que pudiera desear. ¿Cómo le harán cuando el manotazo (metafórico) no sea suficiente?
Alguna parte ya se ha publicado en entrevistas de banqueta. Que no se les olvide a los que están ahorita; sus cuentas las aprobará el Congreso que está por conformarse, se ha dicho.
La renovación en la Auditoría Superior del Estado, el hueco que nadie parece advertir pero existen en el Instituto de Transparencia, otros nombramientos que pasan por el Congreso, lo de los presupuestos. Todo eso, más lo de las cuentas públicas.
¿Y si, además, se considera en la ecuación eso de la reelección?
@victorspena