Salió humo blanco en la Real Academia de las Ciencias de Suecia. El Premio Nobel de Economía fue para Richard Thaler, profesor de la Universidad de Chicago, cuyos estudios no implican teorías complejas ni fórmulas complicadas entendibles únicamente para avezados en la materia.
Todo lo contrario. Sus aportaciones explican comportamientos humanos aparentemente ilógicos, esos que vuelven locos a los economistas, pues uno de los supuestos básicos de la ciencia económica es que los individuos, los “Homo Economicus”, toman decisiones racionalmente.
Su libro más famoso titulado Nudge, traducido al castellano como Un pequeño empujón, demuestra que mediante acciones aparentemente intrascendentes se pueden conseguir resultados asombrosos en el comportamiento humano. “Arquitectura de la elección”, en términos de Thaler.
En un buffet, por ejemplo, la selección que el individuo haga influye hasta en un 25% en el orden y la distribución de los alimentos, mientras un bicho impreso en el centro de los mingitorios incrementa 80% la puntería para evitar derrames indeseables.
“To nudge” (o “dar un pequeño empujón”) consiste en influenciar de manera muy sutil, prácticamente imperceptible. Lo más sencillo sería prohibir la venta de cigarros, pero eso atentaría contra las libertades individuales y la esencia misma del capitalismo. Si queremos una sociedad más saludable, mejor empleemos las herramientas psicológicas propuestas por Thaler.
Otras fuerzas, como la “inercia” y el “sesgo del status quo”, juegan un rol importante. Muchas suscripciones son gratuitas los primeros meses, y después de ese plazo comienzan a causar un costo, salvo cancelación del suscriptor, lo cual rara vez sucede. Una vez entendido esto, los gobiernos tienen una gran área de oportunidad para mejorar los planes de retiro y de seguridad social de la población, entre otros.
El “sesgo por disponibilidad” puede ser también moldeado. La probabilidad de otro temblor en la Ciudad de México es la misma de hace dos meses, pero ahora los seguros son más demandados, y por tanto más caros. La psicología humana juega en contra de las probabilidades reales. Esos desajustes pueden ser corregidos con las teorías de Thaler.
Aunque no guste a los economistas, los seres humanos no somos Homo Economicus, sino “Homo Sapiens”, y nuestras decisiones no siempre van ligadas a la cabeza, sino también al hígado, las tripas y el corazón.