Kim Jong Nam, el hermano mayor del líder norcoreano Kim Jong-Un, fue asesinado ayer en el aeropuerto de Malasia, revelaron fuentes gubernamentales a los medios surcoreanos.
La cadena de televisión surcoreana Chosun cita fuentes de su país para apuntar que quien se acercó a Kim fueron dos mujeres, probablemente agentes norcoreanas, que le clavaron una jeringa. Las mujeres huyeron en un taxi, su paradero es desconocido.
La Policía malasia, que precisa que Jong-nam había llegado al país el pasado día 6 y planeaba tomar un vuelo a las 10 de la mañana del lunes hacia Macao, ha recalcado que aún desconoce la causa de la muerte.
Según ha explicado el portavoz policial Fadzil Ahmat, en declaraciones que recoge el diario malasio “The Nation”, Kim Jong-nam acudió a los mostradores del aeropuerto para explicar que “alguien le había agarrado por detrás y le había echado un líquido a la cara”. Empezaba a encontrarse mal, y la recepcionista le envió a la clínica del aeropuerto. “En ese momento, le dolía la cabeza hasta el punto de casi desmayarse”. Ya en la clínica, empezó a sufrir convulsiones. Trasladado de urgencia en una ambulancia, se le declaró muerto antes de llegar al hospital.
La Policía malasia ha abierto una investigación sobre el caso y estudiará los movimientos de Kim durante su estancia en el país y los de la gente con la que se hubiera reunido. Las autoridades norcoreanas han pedido que se les entregue el cuerpo, pero Ahmat ha precisado que antes de ello se le practicará una autopsia para esclarecer las causas de la muerte.
El asesinato de Kim se suma a una serie de novelescas actuaciones de sus servicios secretos en el exterior, y que han incluido el secuestro de ciudadanos japoneses en suelo nipón para trasladarlos a Corea del Norte. También sería el mayor caso de muerte violenta durante el régimen de Kim Jong-un desde la ejecución en diciembre de 2013 de Jang Song-thaek, tío del líder supremo y hasta entonces considerado el auténtico poder en las sombras.
La ejecución de Jang Song-thaek marcó un antes y un después en la política norcoreana. Jang mantenía importantes contactos con el régimen de Pekín y era partidario de un acercamiento al país vecino que incluyera una evolución del régimen similar a la que, en la esfera económica, ha acometido China en los últimos 30 años. Desde entonces, y pese a que Mao calificó en su día a la relación bilateral como tan cercana como la que mantienen “los labios y los dientes”, los vínculos entre los dos países han sido muy distantes.
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