Los últimos mítines en México han echado el cierre a una campaña de tres meses que deja como foto general a una candidata confiada y a otra apurando hasta el último instante. A dos pasos del Palacio Nacional, ondeando la bandera de México, una Claudia Sheinbaum muy institucional ha prometido gobernar para todos, los suyos y los que tienen otras preferencias y “guardar el legado del presidente López Obrador”.
Sin medirse en fuerzas con un Zócalo lleno, Xóchitl Gálvez ha optado por cerrar en Monterrey, la capital de Nuevo León, el norte próspero e industrializado, una de las plazas más robustas de Movimiento Ciudadano, de centroizquierda y que lidera Jorge Álvarez Máynez. Su discurso se ha centrado en criticar a este partido, aprovechando los últimos minutos para arrebatar un voto útil que la propulse de aquí al domingo. La campaña acaba como empezó: la oposición blandiendo la idea de un México sin miedo y con la seguridad ciudadana como prioridad, en un país que en los últimos días no ha dejado de enterrar candidatos derribados a tiros, así como la defensa de la democracia. Pero Morena no está dispuesta a ceder esa bandera. Sheinbaum ha recordado la lucha por la democracia de su partido, al que ha declarado “heredero de Benito Juárez ”.
Los mítines finales dejaban entrever el estado de ánimo de ambas campañas a tres días de las elecciones. El de Sheinbaum fue un baño de multitudes en el corazón de México, “el corazón del obradorismo”, dijo. Ante más de medio millón de personas, según los datos de las autoridades locales, el discurso de la candidata tomó por momentos un tono de toma de posesión: “Me comprometo a gobernar con humildad y profunda responsabilidad, a entregar mi alma, mi vida y lo mejor de mí misma para el bienestar de México y la dignidad de la República”. El de Gálvez, sin embargo, lució más desdibujado, con la aspirante parada en el escenario esperando a que concluyera el candidato a alcalde de Monterrey. Cuando habló ella fue este quien parecía estar orbitando a su alrededor, en una puesta en escena desangelada. Así, mientras Sheinbaum se comprometía a “ser una buena presidenta a la altura de la generosidad y la grandeza de la historia” de México, Gálvez tomaba un avión para concluir la campaña en su pueblo, Tepatepec (Hidalgo), en un ambiente doméstico, sencillo, en su casa familiar: “En este lugar de piedras y arcilla nací”, les dijo. Apelaba a sus orígenes humildes, desde los que partió para hacerse a sí misma, una de las piedras angulares de su lucha por la presidencia. “Yo soy la niña de Tepa, la que se fue a la ciudad con una mano delante y la otra atrás. Vuelvo al hogar, con mi pueblo”, les pidió el voto, “para servir a la patria”. Fue el momento más emotivo, seguramente, de su carrera a lo más alto de la República.
Campaña agotadora
La campaña en México no puede ser más que agotadora. 1,9 millones de kilómetros cuadrados que las candidatas han recorrido calle a calle, ciudad a ciudad, Estado por Estado. La una centrada en un mensaje antiobradorista que ponga coto al “deterioro institucional que amenaza la democracia misma”, ha repetido; la otra enfocada en consolidar las medidas puestas en marcha en este sexenio, exhibiendo el prometedor futuro económico que se otea en el horizonte más cercano, con una moneda fuerte, las inversiones extranjeras y las remesas que envían los migrantes a sus familias marcando récord, las exportaciones viento en popa y la deslocalización de las empresas estadounidenses aventurando una pléyade de empleos. Y ambas prometiendo las mismas ayudas sociales o más que se han venido repartiendo en este mandato, que alcanzan al 70% de las familias. El combate a la pobreza y la seguridad como ejes prioritarios.
Las últimas semanas, los broncos debates televisados entre las candidatas hicieron emerger la figura de Jorge Álvarez Máynez, candidato de Movimiento Ciudadano, como una tercera vía que ha ido consolidando un suelo de seguidores nada desdeñable al que el resto de la oposición (PAN, PRI y PRD) mira con inquietud. Los llamados a que declinara en favor de Xóchitl, por el bien de México, dijeron, quedaron en saco roto. Máynez ha resistido y los resultados de su paso incansable por las universidades del país y su discurso en pro de la infancia y los jóvenes pueden ser una de las sorpresas de este 2 de junio. Lo que ocurra cuando se abran las urnas configurará un nuevo escenario de partidos en México.
La campaña ha tenido a dos mujeres por primera vez con aspiraciones reales de gobernar, y una de ellas se sentará en el sillón presidencial. Gálvez ha tratado en este periodo de descolocar a Sheinbaum tachándola de “mujer de hielo” que no se conmueve con el dolor de México, de mentirosa e incluso de narcocandidata, pero nada de ello ha sido suficiente para sacar a la oficialista de su carril en esta carrera. Sheinbaum, convencida de su ventaja, ha preferido mantenerse fiel a su estilo comedido, austero, monótono incluso, en ocasiones. Instalada en la ventaja, no ha querido arriesgarse con ella.
Su cierre de campaña llamó de nuevo a la puerta de López Obrador, a la izquierda y a los pobres como las velas que deben guiar su barco. Tocan ya tres días de silencio para los candidatos y uno más, el domingo, en el que el pueblo mexicano está llamado a hablar con claridad.
Mientras que cerveza, porros, rock, punk y rap corrieron en el cierre de campaña de Jorge Álvarez Máynez. El candidato de Movimiento Ciudadano (MC), ha consagrado su acto final a los jóvenes, uno de sus objetivos más claros desde que inició la carrera electoral. “Este país va a cambiar, nunca más vamos a tener en la cárcel a un joven por fumar marihuana o a una mujer por decidir sobre su cuerpo”, dijo durante un breve mensaje frente a sus seguidores en lo que llamó el Máynez Capital Fest, su último acto proselitista horas antes del inicio de la veda electoral, más parecido a un concierto que a un mitin.
La aparición de Máynez fue al puro estilo de un rockstar, en el escenario encendido por la fiebre que dejaron los músicos que con ritmos de punk, rock y rap pusieron a saltar y corear a los millennials y centennials, a los que dedicó su campaña, los que lo hicieron superar el 5% de la preferencia electoral con la que arrancó su improvisada carrera por la presidencia hace tres meses. “Les demostramos que no es que no nos interese la política, no nos interesa su política”, lanzó ante los gritos frenéticos de sus seguidores.
La cerveza se sirvió a discreción a los asistentes, en su mayoría preparatorianos y universitarios, que se dieron cita en el auditorio BlackBerry en Ciudad de México. Algunos atendieron la convocatoria genuinamente por el acto político, otros, los más, para ver a su artista favorito. En medio de la fiebre juvenil también se encendió uno que otro porro de marihuana que en minutos envolvió el ambiente.
Porter, Aczino Penny Pacheco, Yoga Fire y Dee, entre otros, fueron el cártel que atrajo a la población más joven del electorado. “Ya nos llamaron la atención, que están fumando sus chingaderas, espérense a la salida”, se escuchó decir al rapero Yoga Fire desde el escenario, a lo lejos tres estelas de humo se distinguían entre la multitud de poco más de 3.000 personas —la capacidad del auditorio—. Casi simultáneamente los jóvenes envalentonados y haciendo honor al “no habrá cárcel para quien fume marihuana”, la promesa más repetida por Máynez, fueron echados del recinto.
Las horas de espera para el arribo del candidato no pesaron a los impacientes asistentes. La recompensa fue la presentación de algunos de sus artistas antes de cualquier discurso político. En el lobby del recinto se repartían camisetas, gorras, vasos, peluches y decenas de ejemplares de México Nuevo, el libro recién publicado del aspirante emecista, el tercero a mucha distancia en las encuestas.
Cinco minutos bastaron para que el candidato fosfo, fosfo cerrará el evento. “Mi campaña la hicieron los niños, las niñas, los adolescentes, los jóvenes y este festival es para darles las gracias”, dijo. Casi de inmediato deslizó lo que se entendió como el preludio de su derrota. “El día de mañana podría yo estar o no estar aquí pero el cambio no lo va a hacer un presidente, el cambio lo van a hacer ustedes”, dijo, mientras lo interrumpían los gritos de “¡Presidente!”, “¡Presidente!”.
La propuesta de un país feliz fue la última promesa de campaña del candidato fosfo, fosfo, marcada por el accidente la semana pasada en uno de sus actos en Monterrey con un saldo de 9 muertos y más de 200 heridos. El emecista que salió del anonimato gracias a su exitosa campaña en redes sociales y lo pegajoso de su canción Máynez, Máynez, Máynez. Presidente Máynez, que cuajó sobre todo entre la juventud. “Este país va a ser un país feliz y para ser felices: la música, los conciertos, el derecho a la felicidad, van a ser una normalidad”, se despidió