Siempre he creído que los baches y los topes son certeros indicadores del nivel de desarrollo de una sociedad, aunque a la fecha no existe, cuando menos que yo conozca, un indicador que los visualice de esa forma.
Por un lado, los baches, tan molestos y dañinos para los coches, muestran indirectamente el grado de eficiencia de una administración municipal, pero también el grado de desinterés de la comunidad.
Por supuesto que los ayuntamientos tienen otras responsabilidades más apremiantes, como brindar seguridad a sus ciudadanos, así como dotarlos de agua potable suficiente, drenaje sanitario adecuado, alumbrado público funcional y un sistema de recolección y disposición de basura eficaz, por eso la inversión en rehabilitación de calles es un lujo que solo las administraciones municipales muy ordenadas se pueden dar.
Ordenadas en el sentido de contar con fuentes de ingresos sólidas, con un sistema de recaudación serio, con un programa de austeridad burocrática permanente, con una transparencia incuestionable, con un uso eficiente de los recursos y con un sistema de gestión de necesidades muy cercano al ciudadano.
Por el otro lado, los topes, también tan molestos y dañinos para los coches, ponen de manifiesto el grado de civismo de una comunidad y el nivel del respeto ciudadano al estado de derecho.
Es increíble que, después de inaugurar un bulevar o recarpetear una calle, lo primero que pidan los vecinos sea la instalación de topes y reductores de velocidad. El mensaje que envía la comunidad al visitante es claro: si los ciudadanos no somos capaces de respetar una norma tan sencilla como un límite de velocidad y el mecanismo de observancia se aleja de lo institucional para reducirse a averiar nuestro vehículo, ¿qué esperar del cumplimiento del resto de las leyes?
En las ciudades de países desarrollados es rarísimo toparse con un bache, es muy improbable enfrentarse con un tope, salvo quizá afuera de un hospital concurrido o frente a una escuela ubicada en alguna avenida principal. Tal vez tapar los baches y quitar los topes no nos convierta en una ciudad de primer mundo, pero creo que nos acercaría al objetivo. Cuando menos, estaremos enviando la señal correcta.
En este rubro, lo ciudadanos podemos contribuir en mucho con la autoridad. Primero, cumpliendo con nuestras contribuciones; después, respetando los límites de velocidad, cumpliendo irrestrictamente el estado de derecho. Es un trabajo en equipo. Juntos, sociedad y gobierno.