Bajeza y corrupción.

Desafío Moral

Vaya la vigencia del gran escritor Ernesto Sabato: “Otro valor perdido es la vergüenza. ¿Han notado que la gente ya no tiene vergüenza y, entonces, sucede que entremezclados con gente de bien uno puede encontrar, con amplia sonrisa, a cualquier sujeto acusado de las peores corrupciones, como si nada? En otro tiempo su familia se hubiera enclaustrado, pero ahora todo es lo mismo y algunos programas de televisión lo solicitan y lo tratan como a un señor”. (…) “No se puede llevar a la televisión a sujetos que han contribuido a la miseria de sus semejante y tratarlos como señores delante de los niños. ¡Esta es la gran obscenidad! ¿Cómo vamos a educar si en esta confusión ya no se sabe si la gente es conocida por héroe o por criminal?”

Concuerdo con Sabato, nuestra sociedad constantemente es sacudida por la injusticia, la violencia y la inmoralidad, pero hay que mencionar que el hartazgo ciudadano es ya evidente. Y hay que mencionar que también hay gente excelsa en el ámbito político.

México se ha vuelto en un país pobre, y no hablo desde la perspectiva económica, sino desde el ámbito moral. Los valores parecen que ya no valen, las virtudes se anuncian escasas – o por lo menos impotentes, para lidiar y evitar sucumbir ante tanta insaciabilidad, desvergüenza y cinismo. No por nada el trabajo de los padres de familia y docentes para educar en el bien se ha vuelto gigantesco.

Casi imposible

En el país, al ser todo negociable, impera la impunidad, la ley del más fuerte. Así, hemos llegado a un punto en donde la corrupción, la ilegalidad y la falta de respeto han provocado que sea casi imposible que las nuevas generaciones acepten las buenas costumbres que permiten a una sociedad convivir armoniosamente; estas realidades están desmoralizando y erosionando a ellos, precisamente, lo mejor que tenemos.
Y no es de asombrarse, pues los niños y jóvenes miran asombrados e impotentes el desamor y desprecio que muchos mexicanos le tienen a su país, generándoles confusión, y tal vez esta situación, aunada a la deshumanización, también llegue a provocarles pobreza existencial.

Y díganme si esto no es cierto, pues en la escuela a ellos se les habla de valores, pero en sus vidas diarias escuchan esas noticias que, por ejemplo, ubican a México como uno de los países más corruptos del mundo (en la última medición de Transparencia Internacional sobre la percepción de la corrupción a nivel global, México se ubicó en el último lugar de los integrantes de la OCDE).

Me da la impresión que sus corazones se encuentran sumergidos en aguas turbias que les dificultan distinguir las fronteras del bien y del mal, y que además sus mentes frecuentemente pierden el sentido de orientación que los puede conducir a encontrar la verdad.

Para los “nuevos”

Los ciudadanos por años hemos sido testigos y víctimas de la avaricia espiritual de la mayoría de los políticos y gobernantes, pues muchos de ellos – con sus honrosas excepciones – han demostrado que sus empeños han estado preñados de bajeza, corrupción, injusticia, egoísmo y avaricia.

Es claro que los ciudadanos reclaman, a todos los gobernantes, pero especialmente a los nuevos funcionarios de las administraciones locales, responsabilidad, entrega y honestidad en sus labores, les exigen sentido social, austeridad y altura espiritual.

Que entiendan el significado de ser servidor público, que no solo implica competencias laborales, sino amor por la ciudad, ética, centrados en los valores espirituales, honor, sentido social, e inmensas dosis de humildad, de esa virtud de la cual emana el servicio auténtico y que muchos suelen perder inclusive “al instante de subirse arriba de una humilde y pobre tortilla”.

Aun cuando mundialmente estamos en los terribles primero lugares de corrupción, tengo la esperanza que, en nuestra localidad, existen personas de espíritus nobles, dispuestas a encarnar valores excelsos, seres humanos que desean estar cerca de los corazones de sus semejantes.

Unamuno

Este año se conmemora el 153 aniversario del nacimiento de Miguel de Unamuno (1864-1936) una de las primeras figuras literarias y filosóficas de España.

Unamuno – siempre colmado de fe en su patria, luchador de la libertad y del valor de la palabra y la inteligencia – , lega una espléndida obra para ser leída por todo estudiante, por toda persona que desee conocerse y conocer, por el ser humano que quiera asumir la responsabilidad de vivir a plenitud, sin ambages. Con honestidad. Con valentía. Con verdad. Con justicia. Con fe. Con esperanza.

La obra de Unamuno debería ser materia de estudio por parte de todos los que ejercen un cargo público, de esas personas que dicen servir a la patria, pero, para la desgracia de México, muchos de ellos solamente se sirven a sí mismos, sin la menor vergüenza, quebrantando no solo recursos materiales de la nación; sino además, con sus testimonios, dañan lo más valioso de México: la conciencia de niños y jóvenes. La fe de ellos en su propia patria.

El caballero de la fe

Ante la desventura que padecemos sería buena idea contagiarnos de la “locura” quijotesca, de la demencia de ese ser (Don Quijote) al cual Unamuno vislumbra como un personaje magnífico: idealista, valeroso, incorruptible, invencible.

En la obra “Vida de Don Quijote y Sancho“ Unamuno describe a don Quijote como un héroe invadido por una misteriosa vocación, por una misión reservada exclusivamente para él, alimentada por un fuego de ser más y la terca voluntad de no embarcarse en insignificancias. De ahí don Quijote “sólo aceptará la cordura para ponerse en “paz” consigo mismo (la total paz interior sólo está en la muerte), para abandonar la “lucha”; es decir, para morir”.

Podríamos, entonces, conquistar esa locura “cuerda” para sacar al país del marasmo en el que se encuentra, salir adelante al puro estilo del Quijote de Unamuno: “repletos de fe”. Entonces, sería bueno marchar hacia el sepulcro del Quijote, a la profundidad de nuestras personalísimas almas, para resucitar sus anhelos, para caer en cuenta lo errado de nuestro andar cuando no sabemos hacia dónde vamos y también para abrevar la fuerza requerida para denunciar, para levantar la cabeza, exigir, emprender y comprender que el verdadero porvenir es el hoy mismo. Lo que este día logremos construir.

Locura necesaria

Sería bueno resucitar esta locura para recuperar la esperanza y armar una nueva fe, revivir las ganas y el ánimo de convertirnos en mexicanos apasionados de México, para “vivir de tal suerte que el morir sea una suprema injusticia”, para entender que “la vida, desde su principio hasta su término, es lucha contra la fatalidad de vivir, lucha a muerte, agonía. Que las virtudes humanas son tanto más altas cuanto más hondamente arrancan de la suprema desesperación de la conciencia trágica y agónica del hombre”.

En fin, los mexicanos nos haríamos un gran favor si en nuestros corazones reviviésemos a don Quijote, a ese “héroe éticamente invicto e invencible que sabe, o cree saber, que toda victoria inmerecida es una derrota moral, y que, en último caso, más que la victoria importa el merecerla”.

Valiente caballero
He aquí en algunos fragmentos del Quijote de Unamuno:
<< “Y haz como el Caballero: endereza el agravio que se te pone delante. Ahora lo de ahora y aquí lo de aquí. Poneos en marcha ¿que a donde vais? La estrella os lo dirá: ¡al sepulcro! ¿Que vamos a hacer mientras marchamos? ¿Qué? ¡Luchar! Luchar, y ¿cómo? ¿Cómo? ¿Tropezáis con uno que miente?, gritarle a la cara: ¡mentira! y ¡adelante! ¿Tropezáis con uno que roba?, gritarle: ¡ladrón!, y ¡adelante! ¿Tropezáis con uno que dice tonterías, a quien oye toda una muchedumbre con la boca abierta?, gritarles: ¡entupidos!, y ¡adelante! ¡Adelante siempre!

¿Es que con eso – me dice uno a quien tú conoces y ansía ser guerrero -, es que con eso se borra la mentira, ni el latrocinio, ni la tontería del mundo? ¿Quién ha dicho que no? La más miserable de todas las miserias, la más repugnante y apestosa argucia de la cobardía es esa de decir que nada se adelanta a denunciar a un ladrón porque otros seguirán robando, que nada se adelanta con decirle en su cara majadero al majadero, porque no por eso la majadería disminuirá en el mundo.

(…) Los embusteros ahogan a los visionarios. Y no sabremos ver visiones reconfortantes y gozar de ellas mientras no aprendamos a afrontar el ridículo y a sufrir el que los tontos y los menguados de corazón nos tomen por locos o caprichudos o soberbios, y a saber que el quedarse solo no es quedar derrotado, como dicen los mentecatos, y a no andarnos siempre calculando de antemano el llamado triunfo.” >>

Hölderlin cantó: “El fuego mismo de los dioses, día y noche, nos empuja a seguir adelante. Ven, miremos los espacios abiertos, busquemos los que nos pertenecen por lejanos que estén.” ¡En marcha pues, en contra de la gran obscenidad que nos carcome y también en lucha de nuestros personales dolores!

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