Historia y tradición se unen cuando año tras año cientos de jinetes a caballo y en carretas cruzan el desierto coahuilense recordando la hazaña de sus antepasados por colonizar mejores tierras donde vivir.
El golpeteo de las espuelas resuena en la oscuridad de la madrugada. Los caballos, nerviosos, son aparejados con lo necesario y los cascos comienzan a escucharse cada vez con más ritmo. La luz matutina apenas se vislumbra cuando una larga fila de jinetes comienza a cabalgar. Nos encontramos en el pueblo de Santo Domingo, Coahuila, al inicio de la cabalgata que conmemora la fundación de la ciudad de Sabinas.
DIA 1. SANTO DOMINGO PAREDÓN
Iniciamos antes del amanecer en la comunidad de Santo Domingo, en el municipio de Ramos Arizpe. El semidesierto alcanza los 35ºC a la sombra después del mediodía, lo que aumenta el desgaste de jinetes y caballos. Justo en ese momento se llega a Paredón, donde aún se recuerda a Pancho Villa, quien en 1914, por órdenes de Carranza, toma esta posición federal antes de lanzarse sobre Zacatecas.
DÍA 2. PAREDÓN-ESPINAZO
A la mañana siguiente, muy temprano, los relinchos de las bestias se escuchan en todo el pueblo indicando la proximidad de la salida. Jacinto Rodríguez y Régulo Zapata, dos de los fundadores, dan la señal de partida. Con el sol asomándose en el desértico horizonte y con la constante compañía del ferrocarril cruzando el paisaje, la caravana avanza por cañadas que recuerdan historias del viejo oeste y nos hacen meditar sobre las verdaderas proezas de cruzar estos inmensos territorios en busca de mejores tierras donde establecerse. En el trayecto cruzamos el pueblo de Anhelo, casi despoblado, donde el cura don Miguel Hidalgo y Costilla ofreció su última misa.
El desierto muestra una gran variedad de flora y fauna; verdaderos bosques de palmas, huizaches y cactáceas cubren grandes extensiones habitadas por un gran número de especies como conejo, liebre, serpiente de cascabel, coyote, armadillo, puma y muchas más. Sin darnos cuenta salimos de Coahuila y nos adentramos en Nuevo León. El siguiente punto para pernoctar sería la población de Espinazo, donde la gran devoción por el Niño Fidencio se percibe en el ambiente; imágenes y fotografías que adornan las ventanas de las casas y reuniones de “cajitas” –per- sonas en quienes se manifiesta el espíritu del Niño– con los feligreses. Sin embargo, las polvorientas calles se mostraban completamente vacías a nuestra llegada, con excepción de la tendera de la miscelánea y algún hombre que desde su porche observaba el paso de los cabalgantes. En el campamento el descanso es bien merecido para jinetes y monturas, que aprovechan los pozos de agua para refrescarse.
DÍA 3. ESPINAZO-EL MARQUÉS
Son las 5:30 de la mañana y una trompeta interrumpe el sueño; se trata de Chito Palacios despertando al campamento para alistarnos a salir. En absoluta oscuridad los primeros jinetes retoman el camino seguidos por la carreta La Pionera. A mitad de la mañana, cuando comienza el insoportable el calor, llegamos a Baján, pueblo casi inhabitado que guarda en su memoria el arresto del padre Hidalgo cuando huía hacia el norte. Aquí aún se usan las carretas tiradas por mulas y caballos como medio de transporte. Según me contó Jacobo, jinete aficionado a la historia norteña, es posible encontrar antiguos sables y armas de fuego a mitad del desierto, como mudos testigos de las luchas que a lo largo de los siglos se han librado en estas yermas tierras. En la presente etapa del trayecto algunos caballos y jinetes desisten de continuar debido a la distancia, que rebasa los 70 km, y al intenso calor que en la zona llega a los 40°C a la sombra. Durante todos estos días la cabalgata ha tenido como compañera la vía del ferrocarril, pero a lo lejos ya se observa la carretera No. 57, que de ahora en adelante seguiremos. Hemos llegado a El Marqués, donde la gente de apoyo ya ha instalado los campamentos; Juanito y El Mazo, cocineros de la cantina de Chito, han preparado chivo al ataúd y freído las vísceras para comerlas en tacos con salsa roja. Por supuesto, nadie se negó a tan rehabilitadora comida.
DÍA 4. EL MARQUÉS-MONCLOVA
Hoy nos levantamos tarde. De aquí en adelante se andará por el acotamiento de la carretera, que no obstante más cansado para los caballos, es más relajado, pues se lleva un ritmo más parejo; por primera vez en el viaje la cabalgata se compacta en una larga fila en la cual se logra contar 192 jinetes. Se cruza el pueblo de Castaños y el paso de los cabalgantes se convierte en un suceso, más tarde se llega a la ciudad de Monclova, donde la campirana silueta de los jinetes contrasta con la urbana figura de la gigantesca compañía fundidora que se extiende por gran parte de la ciudad. El descanso será hoy en el rancho Las Estancias.
DÍA 5. MONCLOVA-HERMANAS
Una vez más las horas de sueño se alargan. Salimos ya con la luz del sol y el camino a la orilla de la carretera se vuelve monótono, a no ser por la gente que se acerca a saludar y desear suerte en su viaje. Cumplidas siete horas llegamos a Hermanas, una estación ferroviaria abandonada donde el ex ferrocarrilero don Antonio aún vive con su familia añorando los tiempos idos y viviendo de su jubilación.
DÍA 6. HERMANAS-PIRINEOS
El sentimiento de cercanía al destino final está presente. Grupos de jinetes de poblaciones cercanas se congregan para ver pasar a los cabalgantes y no falta quien se una por unos instantes para sentirse parte de ella. El trayecto es más corto cada vez, pues se recorren alrededor de 30 km. La tarde nos encuentra en Pirineos, donde el campamento nos espera.
DÍA 7. PIRINEOS-SABINAS
Unos cuantos kilómetros más por recorrer. Los jinetes hoy usan una camisa azul que los distingue. Se unen a la fila algunos actores contratados para dar mayor lucimiento a la celebración y entre aplausos se hace la entrada a la ciudad de Sabinas. La ribera del río donde se encuentran los sabinos que dan nombre a la ciudad es el marco en el que se realiza la misa de acción de gracias y el último campamento de los cabalgantes. Al caer la tarde, una muchacha que luce un listón con la palabra Sabinas posa su mirada sobre el río. Se trata de Sabina, así bautizada para dejar claro el amor que los naturales sienten por su tierra.