Una de las muchas ventajas de radicar en la Ciudad de México es el acceso al buen teatro, de calidad mundial, que poco o nada le pide al de Broadway. Hace unos días disfruté, junto con mi esposa, las extraordinarias actuaciones de Sergio Zurita, José Carlos Rodríguez y Luis Miguel Lomaba en la obra titulada “3 Días en Mayo”.
El argumento nos sitúa detrás de las puertas de Downing Street, en Londres, al finalizar mayo de 1940. Con apenas 16 días en el cargo, el gabinete de guerra del Primer Ministro Winston Churchill se enfrasca en ásperas y apasionadas discusiones sobre la decisión de aceptar o rechazar la propuesta de Francia, a punto de la rendición ante los nazis, de tratar de negociar la paz con Hitler, a través de Mussolini, a cambio de ceder las colonias del imperio británico situadas en el Mediterráneo.
Un año antes, en Múnich, se suscribieron acuerdos que los teutones no respetaron. En contra de la opinión enconada de miembros de su gabinete, quienes exigían agotar hasta la última carta pacifista, Churchill se negó a perder tiempo y mostrar debilidad.
Con Francia, Polonia, Bélgica y Noruega sometidas por Alemania, Italia y España dominadas por el fascismo, la Unión Soviética pactada con Hitler y unos Estados Unidos distantes y abúlicos, el Reino Unido, tras el descalabro de Calais y con un poderío aéreo inferior en 4, llevaba todas las de perder.
El desenlace es historia, así que no pecaré de imprudente. Lo relevante es cómo se tomó la decisión de pelear hasta el final. En las discusiones participaron Churchill, el ex primer ministro Neville Chamberlain, el líder del Parlamento y próximo primer ministro Clement Attlee, y lord Halifax, canciller y cercano competidor de Churchill por la primera magistratura británica.
Es decir, resolvieron el que era, el que fue, el que sería y el que podría ser. El acuerdo se tomó en conjunto, en equipo, privilegiando siempre el interés nacional. Hacia adentro, las posturas fueran encontradas y sacaron chispas; hacia afuera, mostraron unidad y patriotismo.
¿Podríamos imaginar, por ejemplo, a Zedillo, Salinas, Fox y Cárdenas llegando a un acuerdo de esta naturaleza? ¡Jamás!
Mucho debemos aprender de la historia y particularmente de los ingleses, caballeros de la política y señores de una gran madurez, tolerancia y civilidad.