Cargar al mundo es una tarea mayoritariamente femenina, pero invisible, nadie lo ve, no se habla de ello, nadie se interesa, ellas son como máquinas que transportan pesadas cargas, son un medio de transporte sin ruedas, son utilizadas sobre todo en las zonas rurales o en los barrios bajos urbanos. Aún de madrugada saltan de la cama, preparan el almuerzo, levantan y visten niños, los llevan a la escuela, vuelven a casa para salir a sus trabajos fuera de casa. Algunas recorren largas distancias a pesar de su edad avanzada cargan bultos de mercancías con una inextinguible energía vital, hay ancianas, adolescentes, otras maduras que caminan por carreteras o caminos polvorientos, suben y bajan por montes, entran y salen de los mercados, de las fábricas, pueblos, aldeas, cargando a sus niños pequeños con una resistencia que parece inagotable, algunos transeúntes las vemos con admiración y compasión porque poseen una autenticidad abrumadora sobre el peso que soportan, cargan al mundo aunque se rompan la espalda y la nuca por las cargas inconmensurables, aunque son menospreciadas e irreconocidas.
El cambio climático afecta a las mujeres con una mayor intensidad, el sistema patriarcal en el que vivimos invisibiliza los esfuerzos que impone la crisis climática, no obstante, se han multiplicado las organizaciones femeninas defensoras de la tierra y del medio ambiente que luchan en diversos campos con propuestas en contra del cambio del clima, algunas se ocupan de educar a los pueblos sobre los daños de los estereotipos y la representación de los pueblos aborígenes en la vida pública. Otras combaten construcciones como los oleoductos, la explotación de minas o la invasión de otros megaproyectos, como los eólicos o van en contra de la explotación de los recursos forestales, ellas han encontrado en la protesta social y los movimientos de huelga formas muy poderosas de hacerse oír.
Hay grupos de mujeres que se organizan para limpiar los arroyos y proteger la flora y el ambiente regional, otras usan sus conocimientos sobre la naturaleza para promover cultivos para auto consumo y alimentar a las familias pobres e indigentes de los pueblos. Hay conjuntos femeninos que pugnan por su inclusión en las legislaciones para incidir en las consultas a las etnias originarias a fin de participar libremente en las decisiones sobre sus territorios, otras asociaciones trabajan para fomentar el acceso a la energía solar en comunidades remotas con el fin de detener la pobreza energética y contrarrestar el cambio climático. Igualmente, se comprometen en la defensa y el cuidado del agua ante las urgencias de las sequías que azotan al mundo, asimismo se toma en cuenta la tremenda contaminación que azota al planeta y cuyos culpables simulan esfuerzos superficiales y sin efectos por contrarrestarlos.
Las dimensiones de los efectos del cambio climático que afectan de manera impactante a las mujeres es una faceta que aún no se evalúa convenientemente y se invisibilizan las enormes contribuciones que hacemos las mujeres para enfrentar los efectos de la crisis climática.
Sin duda, el cambio del clima afecta nuestra integridad física y la vida cotidiana y la de nuestras familias y está probado que afecta más a mujeres y niñas y su capacidad de realizar tareas cotidianas.
Conviene terminar esta colaboración reconociendo la valentía de la profesora Patricia Nieto que esta semana se lanzó a emprender una huelga de hambre en las instalaciones de las Clínicas del Magisterio para exigir el justo reembolso de sus gastos en las compras de medicamentos que la Clínica tiene la obligación de reconocerle, logró su objetivo con la solidaridad de agremiados a la Sección 38. Cómo dijo el Bronco Rodríguez ex gobernador en Monterrey, “que les mochen las manos a los que roban en esas instituciones”. La lucha sigue.