El gobierno se distingue por contar con recursos que no tiene la necesidad de producir, eso ocasiona que su distribución y gasto sea ineficiente y se supedite a caprichos y prebendas, en lugar de al interés público. Uno de los más lamentables gastos del estado mexicano, corresponde “Al aseguramiento de la democracia”, gasto que no garantiza la confianza de los ciudadanos de a pie, porque se usa para mantener partidos de pequeños grupos privilegiados, que finalmente se integran a sus patrimonios personales.
La democracia en México, tuvo su pináculo en el año 2000, cuando los individuos eminentemente ciudadanos que operaban el IFE, consiguieron la cúspide de las instituciones que respondían a la confianza de la sociedad, en ese momento era el voto de confianza de los ciudadanos tan alto en esa organización, que incluso superaba a aparatos religiosos, al ejército y a cientos de ONG’s.
A raíz de las derrotas de AMLO y ante la conveniencia de los partidos políticos ubicados en el sótano del repudio social, esta institución perdió por chantaje su mejor atributo, ser un organismo ciudadano, desde entonces la confianza de la gente y la certeza de que su voto se va a contar impecablemente se derrumbó y la aversión por el gobierno en general se desbordó.
En estos días es apremiante volver los ojos a la ciudadanía y regresarle el poder gubernamental, en caso contrario la diversidad de medios de información verdaderamente democráticos como el internet, irremediablemente incendiaran a la sociedad en contra del aparato gubernamental, exacerbando el caos y evitando el desarrollo del país.
En NL la población eligió a un independiente como muestra de repudio al sistema de gobierno y principalmente para demostrar que puede encumbrar a alguien ajeno al formato tradicional. Ese ejemplo, mueve a millones de ciudadanos hacia la alternativa de personas sin nexos de trabajo con el gobierno, de hablar tosco y capaces de imponer la justicia que la sociedad demanda, por encima de las estructuras inservibles de la partidocracia, carentes de valor social. El juicio crítico sobre las instituciones vigentes, se fundamenta en la impunidad que caracteriza a nuestro país y un sector político repudiado de manera general.
En 2018 se elegirá al Presidente de todos los Mexicanos y si el descontento popular se incrementa, seguramente un personaje agresivo, valiente, sin cortapisas para comunicar lo que el pueblo quiere oír y con las credenciales para garantizar solvencia y liderazgo suficientes para transformar a este país, surgirá y apabullará a los candidatos de los partidos.
Figuras como Pedro Ferriz, ofrecen un proyecto antisistema enfocado a un país de libertades ciudadanas y límites precisos para el gobierno, su capacidad intelectual y amplio criterio de comunicación, atraen a muchos mexicanos que aspiran a parecerse más al país al que emigramos desde hace décadas y no a los gobiernos fallidos de Latinoamérica, donde caciques populistas aseguran arcaicos sistemas de represión y malestar generalizados que ya vivimos los mexicanos con las alternativas populistas y clientelares de nuestro pasado.
Las cartas están echadas y los ciudadanos comunes vamos por todo con figuras absolutamente antisistema, polémicos y arrebatados a veces, ¡Pero! Con el corazón, la cabeza, la voluntad y la experiencia para tratar igual a un estudiante inoportuno, que a un imprudente presidente extranjero racista y abusador.
Sin duda lo de hoy son los sesos lampreados, y no se trata de un platillo francés, si no de la inteligencia envuelta en valor, que reclamamos los mexicanos en nuestro futuro presidente.
¡Que Dios Nos Bendiga!
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