Existe una preocupación creciente de las economías occidentales, principalmente la norteamericana, con respecto al éxito que está teniendo el mercado automotriz chino. Según la revista inglesa The Economist, hace 5 años China exportaba una cuarta parte de los vehículos que Japón, el principal exportador, vendía al mundo. En el 2023, China ya superó a los nipones con más de 5 millones de automóviles.
Un dato relevante es que más del 30% fueron exportaciones de BYD (Build Your Dreams), el productor de coches más grande de China, en vehículos eléctricos los cuales han demostrado ser elegantes, menos ruidosos, con tecnología de punta y muy económicos. De hecho, el vehículo BYD más barato vendido en China ronda los 12 mil dólares, mientras que el Tesla más económico se cotiza en América tres veces más caro.
La distorsión en el mercado que genera el gobierno chino tiene que ver con una competencia desleal. Los subsidios de China a su industria automotriz son difíciles de calcular, pero no son menores. Por eso las importaciones de aquel país son castigadas en las economías occidentales, como Estados Unidos, con tasas cercanas al 30%.
En este esquema quienes pierden son los contribuyentes chinos, ya que con sus impuestos subsidian vehículos baratos al resto del mundo. Quien gana es el gobierno norteamericano, porque cobra esa tarifa compensatoria.
La transición a vehículos eléctricos es inminente. En el 2022, entre el 16 y el 18% de los carros nuevos comercializados en el mundo fueron de esta naturaleza y para el 2035 la Unión Europea prohibirá la venta de vehículos de combustión interna.
Para que esta política tenga sentido la transición hacia un modelo sustentable tiene que ser integral. De nada sirve que todos manejemos un coche eléctrico si la energía se sigue produciendo con hidrocarburos. Es cierto que el aire que respiramos en las ciudades sería más limpio, pero la contaminación seguiría siendo la misma, con los efectos nocivos que ya estamos padeciendo en el cambio climático.
La presión que está ejerciendo China en el mercado automotriz mundial ya está surtiendo sus efectos y las principales marcas de vehículos occidentales ya realizan inversiones importantes para producir coches eléctricos.
Bienvenida la competencia en igualdad de circunstancias, con reglas claras en los subsidios gubernamentales, y bienvenida la llegada de los vehículos eléctricos, aparejada de una política agresiva que promueva la producción de energías renovables.