Últimamente el 70% de los mexicanos que rechazamos las ideas marxistas, sufrimos a una nueva casta de iluminados que se sienten tocados por la divinidad para representar a la “Sociedad”.
Desde el 68, las ideas marxistas invadieron a la mayoría de las universidades públicas con andanadas de hippies, generalmente desadaptados sociales, afectos a las drogas, carentes de conocimientos reales, pero muy preocupados por aparentar un nivel de conciencia superior al del ciudadano común.
Esos personajes, generalmente pintorescos, suponen que ese don les fue conferido por el diario intimar con la “Cultura” forma poco ortodoxa de referirse al cotilleo entre jóvenes extraviados en las cavernosas realidades producidas por la ingesta inmoderada de substancias alucinógenas como opiáceos, canabinoides o el LCD. Esos mozalbetes se acostumbraron tanto a caminar por los pasillos universitarios, que después de 8 o 15 años de estar estancados por ahí, por aburrimiento e irritación de sus profesores obtuvieron un título profesional; estos haraganes alérgicos al trabajo, se mantenían como estudiantes para poder merecer el subsidio de sus progenitores o bien, los beneficios que las universidades públicas entregaban a su población estudiantil. Después de ser insaculados como ingenieros, médicos o arquitectos, sin saber resolver una mísera suma de dos cifras o curar algo diferente a una cruda, osaban aplicar para dar clases en cualquier disciplina y sobre los más variados y complejos conceptos, terminando indefectiblemente por proferir acaloradas arengas, en las que llamaban a los jóvenes matriculados a la sublevación contra un gobierno corrupto y opresor, invocándolos a luchar por el pueblo para garantizar la equidad social.
De numerosas hornadas de esta clase de individuos, se generó una amplia reserva de profes chavo rucos, que hablan y se comportan como púberes, pero usando términos arcaicos absolutamente fuera de lugar. Estos profes se esforzaban por parecer “raza” de sus alumnos, produciendo en ellos una terrible mezcla de miedo con asco, que los hacia desvariar; los pseudo catedráticos, desconocen las materias que imparten, al grado que difícilmente saben el título de la clase que dan, acuden tarde y crudos al aula, hablando con un lenguaje soez, pero que al combinar con frases hechas, llenas de palabras rebuscadas y barbarismos, los hacen sentirse dueños un refinado nivel de cultura. Los profechairos exhiben sus carnes y flácidos músculos, con atuendos que no responden a su edad, Sin importar que jamás han producido nada, se sienten jueces de una mentada “falsa sociedad” comúnmente integrada por los empresarios que los visten, calzan y alimentan, y a la que como revolucionarios cubanos cincuenteros, llaman: La oligarquía, Los burgueses y últimamente La mafia en el poder.
De esta casta perdida, han surgido jóvenes que por desgracia parecen haberse contagiado del mismo mal, tratan a cualquiera que no coincide con sus ideas de ignorante y lo tachan de inmediato como traidor a la patria, abusan de retoricas trasnochadas para ganar debates que con argumentos no pueden sostener y arrojan dicterios y consignas a todos los que no concurran con su forma pensar.
Estos jóvenes confundidos por líderes de papel, ven la realidad distorsionada por discursos y adoctrinamientos que los hacen vivir en una realidad paralela donde el socialismo triunfó, alaban a dictadores nefastos y polarizan gravemente a la sociedad, antagonizando por donde se presentan y procurando establecer un sistema de creencias que la historia ya rechazó. Hoy no trates de evitar a los chairos, mejor cuídate de convertirte en uno de ellos tú.
¡Que Dios Nos Bendiga!
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