Era una crónica anunciada.
La elección interna del albiazul (9 de diciembre del 2018) para elegir a su dirigencia estatal, resultó una suerte de denuncias, descalificaciones y un cacicazgo extendido. Memo Anaya manda en el partido, lo usa a su conveniencia (candidaturas, recursos, escaparate).
Hubo intromisiones de otros partidos para escoger (en suerte electiva) a un dirigente panista que les fuera suave o cuando menos, uno de menor liderazgo.
Memo decidió temprano por Jesús de León Tello. Ya le debía Memo a Chuy algunas candidaturas entregadas en su oportunidad a otros, sin honrar platicas y negociaciones, y la palabra empeñada.
Miguel Wheelock Aguayo se sintió listo para competir, eran los votos de la Sureste contra los Laguneros (eso creyó Miguel). Apareció entonces el doctor Mario Dávila, los votos de la Centro se dividían del total.
La votación fue manipulada
Había ganado Mario Dávila. Dijeron que no, reventaron a Wheelock en la primera vuelta.
Corrieron la segunda vuelta el mismo día, de noche y solos. Mario Dávila dijo de nuevo que ganaba. Un conteo de gente de Anaya, erigido como Comisión Electoral, daba el triunfo a De León Tello.
“Vete a las instancias nacionales”, le dijeron ellos mismos (los de la Comisión electoral), a Dávila. Otros, sabiendo lo que le esperaba, lo invitaban a inconformarse localmente y hacer guato. Mario decidió “confiar en el CEN y en esa RARA AVIS llamada democracia partidaria”.
Era cuestión de tiempo… Ayer dieron la nota por escrito, desechando todo. Fue hasta un día después (hoy) que soltaron el dictamen lapidario:
Jesús De León Tello y su planilla, íntegra, están validados. Son los dirigentes estatales del PAN en Coahuila (haiga sido como haiga sido).