Siglos de crecimiento descontrolado en México, en ausencia de planeación, así como la falta de un estado de derecho sólido, han dejado como consecuencia ciudades disfuncionales, con enormes retos en cuanto a vivienda adecuada y urbanización sostenible se refiere.
En todo el país la constante es similar: desarrollos habitacionales mal ubicados, desintegrados de las ciudades. Vivienda a precios tan elevados y con mecanismos de acceso tan limitados que complican su asequibilidad. Hay una deficiencia en la calidad de los servicios básicos en la vivienda y la seguridad y sanidad se encuentran permanentemente comprometidas, además que las opciones de movilidad son limitadas y el transporte público no siempre brinda soluciones eficientes. La cantidad de espacios públicos y áreas verdes está muy lejos del óptimo, lo mismo que el diseño de la vivienda en cuanto a tendencias demográficas. Es muy triste ver cómo, por un lado, hay millones de personas con necesidad de una casa y, por el otro, existen millones de viviendas deshabitadas y abandonadas.
Las ciudades están desencajadas espacialmente. Es decir, existen mucha tierra sin utilizar y mal utilizada. Con algunas excepciones, los centros históricos se siguen abandonando y la ciudad se sigue desconectando al permitir la formación de cinturones de miseria en las periferias. Falta de planeación y una brecha enorme entre la norma y la práctica, sin olvidar los grandes desbalances ecológicos creados por la contaminación de las ciudades y el estrés hídrico.
ONU-Hábitat y el Gobierno del Estado de Coahuila trabajan conjuntamente en el diseño y la implementación de una estrategia de “vivienda adecuada y urbanización sostenible” compuesta por 10 metas, 25 indicadores y 50 acciones puntuales para cambiar la dinámica urbana, brindar soluciones permanentes y dar paso a las ciudades del futuro.
Las ciudades ya no deben crecer hacia fuera, sino hacia dentro y hacia arriba. El marco normativo se debe adecuar para garantizar mejores condiciones en la vivienda en cuanto a materiales y servicios, que aquellos sean térmicos y durables, y estos de calidad y eficientes, priorizando la generación y uso de energías verdes; así como para eliminar los obstáculos que dificultan el arrendamiento de la vivienda y guiar los mecanismos de autoconstrucción.
Tienen que hacerse eficientes los organismos operadores de agua, todas las tomas con micromedición y nadie contaminando el aire por encima de la norma. El agua debe ahorrarse en las viviendas y captarse para autoconsumo.
Que los sistemas de transporte y movilidad tengan como el centro a las personas y existan más calles completas; que se quintupliquen las áreas verdes; que se rescaten los centros históricos; que los municipios cuenten con autonomía presupuestal modernizando sus catastros; que no exista ninguna vivienda abandonada; que la ciudad sea próspera conteniendo la marginación; y que la ciudadanía participe activamente en el proceso.
Sí es posible cambiar la fisonomía de nuestras ciudades, convertirlas en “ciudades del futuro”, pero se requiere del esfuerzo de conjunto, de todos. Hagámoslo por nuestros hijos.