COAHUILA: ESTADO ESCLAVISTA.

Suena no creíble; más lo es: En Coahuila existe hoy la esclavitud. De la carreta pasamos al avión, de la torta a la pizza, del mercado al súper, a los grandes almacenes departamentales y hoy -ya- a compras on line pero la esclavitud continúa. El esclavista y los esclavos perviven; aquéllos en sus paraísos mal habidos y éstos en el malhadado infierno. Así pues la esclavitud está en nuestro Estado para más y mayor afrenta del mismo y de nosotros los coahuilenses; los no ladrones ni esclavistas ¡claro! y quienes nosotros todos, somos víctimas de sátrapas y bribones! La esclavitud está en la Región Carbonífera. Sin cadenas de fierro, sin cepo tangible.

El instrumento usado y usual por casi ya 70 años para mantener como esclavos a nuestros prójimos, se funda en su inermidad sindical y en su circunstancia personal: la vida y vivir de miseria íntegra de los mismos. Éstos casi 70 años de esclavitud vienen luego de la gran traición al gremio metalúrgico efectuada a fines de la Caravana de la Dignidad -1951- pues la esclavitud existía desde el porfiriato. Hoy es increíblemente más cruel, más deshumanizada y denigrante así para quienes la sufren como para los que, sin ser esclavistas, conocemos de su existencia, la repudiamos, hacemos su denuncia y demandamos su desaparición.

Señores Gobernantes del Estado Libre y Soberano de Coahuila de Zaragoza: La esclavitud está prohibida en México.

Señores Gobernantes al servicio de Coahuila: erradiquen la esclavitud de nuestro estado. YA.

La esclavitud existente hoy día en el norte de Coahuila es abierto incumplimiento de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos; ultraje cometido (solapado, con protección) de quienes han de velar por el cumplimiento de la Charta Magnum Libertatum de 1917. Ésta, en el Título Primero, Capítulo 1 de los Derechos y Garantías de los mexicanos ‘’establece de modo ilimitado los Derechos y Libertades fundamentales del pueblo y los límites del poder público ante los mismos…’’ De manera directa y clara prohíbe la esclavitud en el país; prohibición que es dogma: la esclavitud no puede ni debe darse en rincón ninguno del territorio nacional bajo ningún pretexto, concepto, motivo ni circunstancia. La violación de lo asentado en nuestra Carta Magna es atropello y ataque a los fundamentos de la nación. Merece, así, ser tenida y tratada como crimen y por ende sujeta a las consecuencias y lineamientos jurídicos del caso.

Veamos algo del paso del tiempo.

1950, octubre; Región Carbonífera de Coahuila. Estalla huelga contra el ‘’charrismo’’ (líder/es impuesto/s) y por la demanda de restitución de los derechos sindicales y laborales suspendidos. Con esta huelga sobreviene la Caravana del Hambre llamada así por la lastimosa condición y traza de sus integrantes: gente más que solo pobre: paupérrima, depauperada, hambrienta, en andrajos, peor calzada. Prensa y regiomontanos aplicaron al paso de sus componentes por Monterrey, el mote de Caravana del Hambre con intensión peyorativa; reunidos ante la ventana de Morones Prieto (el Gobernador entonces) los más de 12mil caravaneros oían los insultos: ‘’rojos ¡muertos de hambre!…’’. Un obrero de base apellidado Chapa, respondió: ‘’Sí; muertos de hambre; pero de hambre y sed de justicia’’ (La Caravana del Hambre. Daniel Molina. Edic. El Caballito. Col. La Fragua de México) Para los huelguistas era y siguió siendo Caravana de la Dignidad. Miserables, sí; mas no imbéciles. Sabían y resentían que su vida y vivir carecían de prez social pero no de dignidad sus personas. Eran mineros; hombres del carbón y sus familias: padres, mujeres, hijos… toda la gama consanguínea de un grupo social trabajaban en minas de carbón ¡Con orgullo! Eran, continúan siendo, quienes con su infamado trabajo y jornales de hambre aluzaban y aluzan al país: ciudades, poblaciones, puertos, caminos; empresas, instituciones, escuelas y universidades, hospitales e iglesias; estadios, cines, bares y restaurantes… Casas habitación: la de usted -lector- la mía, la de todos. Sin ese infernal trabajo México y los mexicanos viviríamos en la Edad de Piedra o al menos a oscuras. Mineros, descendientes muchos de ellos de otros iguales desde el porfiriato. A fines del XIX los de tal gremio ya rasguñaban mantos del mineral negro; por ese tiempo morían a causa de lo mismo que, ahora, a más de cien años, continúan falleciendo. A inicios del XX igual desaparecían tragados en y por las entrañas de la tierra, asfixiados por el grisú, achicharrados por el metano, los pulmones desechos…

Ahora, en la segunda década del XXI permanecen sin bien ni mejora, sin cambio en sus vidas y vivir; arañando vetas, aspirando el polvo bituminoso, el de la antracita causantes de neumoconiosis; quedando mutilados o muertos por inundaciones, desplome o incendios y explosión de las minas; con salario de pordioseros, de mendicantes, sin seguridad de ningún orden; expoliados, como sujetos-objeto de denigración, burlados. Esto fue el motivo de la Caravana del Hambre/Dignidad: las condiciones infrahumanas e inicuas laborales y sociales de los mineros.

Fue una gran hazaña realizada por hombres, mujeres y familias de entre los más y las mayormente débiles y oprimidas de la sociedad mexicana; frágiles en lo económico, laboral, social… No así en ánimo, valor, decoro. Por eso el paro a costa de perder la paga de mendrugos, el crédito usurero en la tienda de raya, la clausura de sus clínicas, de su local de agrupación; encarando al ejército en las calles, el impedimento a reunirse, la pérdida del empleo, la pérdida de sus pensiones. A costa de pérdida total: la vida misma de sus niños, de sus ancianos, de personas de su grupo.

Marcharon caminando a la capital; desconocida por la mayoría; para pedir a Miguel Alemán única y nada más justicia, lo justo: que las empresas gringas y las nacionales con éstas amafiadas y en contubernio con el Estado, sus instituciones y funcionarios respetaran los Derechos Humanos y sus Garantías Individuales. Para entonces (1950) la situación de los mineros coahuilenses era peor que la descrita por el escritor Emilio Zolá refiriéndose a los mineros franceses en su obra Germinal de cien años antes. El hombre del bigotito relamido y sonrisilla entre déspota y burlona (primero de los desvergonzados grandes ladrones de México y de los mexicanos) no los recibió.

Los mineros coahuilenses habían caminado más de 1500 ks. Entre frío, calorones, agotamiento, muerte de sus críos… para ver al mandamás; aquellos eran gente sencilla, de natural honestidad e ingenua creían los atendería aquél a quien del país, les merecía el mayor respeto: el Señor Presidente. Jamás lo hizo. Dando la espalda a ese grupo ciudadano, la dio a todos los mexicanos de quienes antes se dijera defensor: los campesinos, trabajadores, los obreros… de quienes fuera su igual pues él provenía del pueblo raso Estaba vendido a la American Smelting And Refining Company (ASARCO) y a su subsidiaria la Mexican Zinc Company; en mancuerna con su Secretario del Trabajo y Previsión Social: el traidor Manuel Ramírez Vázquez, igualmente volteado a su propio origen y clase, vendido a los extranjeros y rapiñador de la riqueza del país. Ambos: Alemán y Ramírez uña y mugre desde la Escuela de Derecho.

Como advertirá el estimado lector, hechos, condiciones, situaciones socio-políticas y laborales no han cambiado ápice al paso de sexenios en década tras década.

Se impone la indignación, rechazo total nacionales a más de la responsabilidad y castigo sobre los políticos caníbales que medran hoy con la esclavitud existente en el norte de Coahuila.

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