Ni Estados Unidos, ni el socialismo son lo que eran años atrás. En las últimas décadas se han producido modificaciones estructurales en la sociedad y política norteamericanas.
Tanto es así que hace años parecería impensable que un candidato —Bernie Sanders— autoproclamado como “socialista” o «social-democrático» llegase a poner en apuros al aparato del Partido Demócrata, encarnado en la persona de Hillary Clinton. La realidad es que la popularidad del socialismo ha aumentado rápidamente en EEUU. En 2010, 72 % de los norteamericanos preferían el capitalismo, contra 17% que querían el socialismo. Sin embargo, en 2018 las preferencias de los jóvenes de ese país eran opuestas: 45% por el capitalismo vs. 51% por el socialismo; aunque en el rango de población mayor de 65 años, el capitalismo todavía tenía una preferencia de 60 vs. 28% (Newport, Gallup 2018). Por lo anterior, podemos deducir que la tendencia a favor del socialismo que nace desde la juventud norteamericana, ha avanzado en los últimos años.
Las encuestas muestran que más del 62% de los jóvenes entre 18 y 34 años de edad piensa que la economía de mercado es incapaz de resolver los complejos problemas de la sociedad actual, y que es necesaria la intervención de un gobierno fuerte. Son jóvenes que recelan del capitalismo, al que asocian con la recesión de 2007-09. No es sorpresa que la mayoría de los jóvenes que tienen una idea positiva del socialismo sean demócratas; sí lo es que haya un 25% de jóvenes republicanos que opina lo mismo. La mayoría de estos jóvenes abogan por un socialismo democrático tipo escandinavo. El factor común es que todos defienden reivindicaciones del estado de bienestar. Algunas de sus ideas sobre la desigualdad, la vivienda, los salarios, el cuidado de la salud, la educación pública, la banca, la energía y el papel del gobierno en la economía son utópicas, pero otras son admirables. Todos piensan que el sistema económico actual es injusto, porque favorece a los ricos en demérito de la clase media y de los más pobres. Las diferencias surgen en sus propuestas para remediar la injusticia.
Como dije al inicio, ni Estados Unidos ni el socialismo son lo mismo ahora, que hace algunos años. Los acontecimientos se mueven rápidamente y la conciencia de los trabajadores ha madurado. En ninguna parte es esto más cierto que en el corazón del propio imperialismo.
En 2015, Bernie Sanders precandidato del partido demócrata, se identificó abiertamente con el socialismo. Él marcó un antes y un después y se convirtió en un objeto de fascinación para algunos, y también de fuerte rechazo para otros, dentro del electorado estadounidense que hasta hace poco miraba esa etiqueta con absoluta incredulidad. Al perder Sanders la candidatura nuevamente ese año, quedó como candidato Joe Biden, quien fue vicepresidente en el gobierno de Obama. Biden, defensor de políticas de izquierda, ha desempeñado casi toda su vida adulta en cargos electivos, y en su carrera en el Senado adquirió una reputación como negociador y experto en política exterior. Es partidario del control de armas y de la protección del medio ambiente, y escucha los consejos de los científicos en materia de salud pública. Como vicepresidente de Barack Obama, dirigió el paquete de recuperación económica de 2009, una experiencia que, lamentablemente, será relevante en 2021.
Kamala Harris, abogada de California, y actualmente senadora, hija de un científico jamaiquino y de una científica hindú, es quien ha sido elegida por Biden para ocupar la vicepresidencia. En las elecciones del 2024, podría eventualmente ser la candidata demócrata a la Presidencia, ya que Biden tendría entonces 82 años.
En víspera de las elecciones, Kamala Harris mencionó que sería buena idea promover el socialismo. “Se trata—dijo en su discurso de campaña—de brindar a las personas los recursos y el apoyo que necesitan, para que todos puedan estar en pie de igualdad y luego poder competir”.
Sería una buena noticia para México, si a semejanza de lo que Obama hizo con Biden—al encargarle la atención de nuestro país—el próximo presidente le encomienda estos asuntos a Kamala, quien en su gestión como fiscal general de California de 2010 a 2016, tuvo un notable desempeño en la persecución de delincuentes dedicados al tráfico de armas, drogas y abuso humanitario, todo esto cercano a México.
Estamos viviendo cambios de paradigmas. El movimiento ideológico liderado por Bernie Sanders crece sin pausa y no deja de sumar cargos intermedios en gobiernos locales y estatales. El giro hacia la izquierda en EEUU se atribuye a una desilusión con el sistema capitalista y bipartidista, lastrado por años de nepotismo y corrupción en la política a nivel local.
La palabra socialismo que antes tenía una connotación peyorativa en Estados Unidos, en la actualidad ya muchos la vinculan con “igualdad” y no con “propiedad gubernamental o control”, como sucedía durante la década de los cuarenta. Esto indica que ya se superó el odio y el temor al socialismo, o tan solo a la palabra.
En contraposición, nos parece lamentable que en México, analistas, comentaristas y supuestos activistas de ultraderecha, que aún siguen con la retrógrada idea de considerar al socialismo como la catástrofe de la sociedad y del ser humano, y no toman en cuenta todas las malas acciones de nuestros gobiernos pasados.
Rodolfo Garza Gutiérrez
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