Vamos haciendo memoria,
vamos contando la historia.
Hace unos días, en un encuentro de creadores teatrales de Coahuila, se planteó la idea de revisar el tema del Consejo Ciudadano de Cultura de Coahuila, un proyecto de democracia participativa y construcción ciudadana de un recurso legislativo, que a la fecha sigue a la espera de que su letra se convierta en acciones positivas en favor de la cultura coahuilense.
Para contribuir a ese propósito, en esta y alguna próxima colaboración haré un recuento de este proceso para recordar algunos acontecimientos significativos y describir los aspectos fundamentales que caracterizan al Consejo, siempre con la idea de que ese instrumento legal pueda ser rescatado para el empoderamiento de la ciudadanía, en particular de la comunidad cultural y artística, e incidir en el diseño y toma de decisiones en los asuntos públicos.
Antes de la batalla por el reconocimiento para la Iniciativa Ciudadana que luego se concretó en la Ley, había sido necesario dar un paso no menos difícil: reunir la voluntad de la comunidad artística en torno a este proyecto social, superar diferencias y encontrar coincidencias entre los integrantes de los diversos gremios de creadores.
Las primeras reuniones serias, estructuradas y formales en pro de esta idea -más allá de las charlas catárticas y de las quejas en el muro de las lamentaciones- surgieron en julio de 2010. El grupo se consolidó hacia finales de aquel año. En enero del 2011 dimos a conocer un pronunciamiento en el que hacíamos público nuestro objetivo de promover la reorientación de las instituciones culturales del estado y, en congruencia con nuestra responsabilidad social y artística, contribuir con las autoridades para propiciar mejores condiciones para el desarrollo del arte y la cultura en Coahuila.
Hacia mediados del 2011 presentamos la Iniciativa, pero los diputados priistas que controlaban el Congreso la mandaron a la congeladora. Eso nos obligó a hacer un largo, sinuoso, cansado, fastidioso, desesperante y hasta peligroso recorrido por entre los pasillos de la política local: buscar funcionarios, hacer antesalas, tratar de convencer a gobernantes y diputados para que respaldaran el proyecto, explicarles la O por lo redondo, acudir al apoyo de la opinión pública a través de los medios locales, diseñar estrategias para posicionar nuestro movimiento como una causa ciudadana digna de reconocimiento social, enfrentar a una clase política que todavía hoy opone una gran resistencia a la participación ciudadana en el diseño y aprobación de programas gubernamentales.
Tuvimos que lidiar con las pretensiones de disolver nuestro movimiento, que recurrieron a todo, hasta al ardid de alertar sobre una falsa bomba que, dijeron, “explotaría” en el espacio público donde se realizaban las reuniones de los artistas impulsores de esta iniciativa.
Fue necesario organizar protestas públicas directamente en el Salón de Sesiones del Congreso del Estado, donde varias veces nos apersonamos con mantas y con improvisados eventos artísticos realizados por actores, músicos, poetas, pintores y bailarines, ante la sorpresiva y a la vez impasible e indolente actitud de los diputados, que no estaban acostumbrados a estas formas de protesta social, al grado de que después de la última y tumultuosa manifestación, en noviembre del 2011, en la que nos unimos distintas voces y causas inconformes (Indignados de Coahuila, activistas defensores del agua y de derechos humanos, entre otros), el Recinto Legislativo fue blindado con vallas metálicas y filtros electrónicos para impedir el acceso de la ciudadanía a las sesiones que por ley deben ser públicas. Desde entonces el acceso al Congreso del Estado sigue restringido para los coahuilenses.
Finalmente, después de muchas presiones, al Gobierno de Rubén Moreira no le quedó otro camino más que abrir un espacio para el diálogo y el acuerdo con el grupo promotor del Consejo, así que el proyecto prosperó: los diputados de la nueva Legislatura, que coordinaba el ex Gobernador Eliseo Mendoza Berrueto, incluyeron las modificaciones propuestas, conforme a la Iniciativa Popular que presentamos 334 ciudadanos, artistas y promotores culturales.
El 20 de noviembre de 2012 el Congreso del Estado aprobó la modificación a la Ley respectiva, a fin de crear el Consejo Ciudadano de Cultura, una añeja aspiración de artistas y promotores culturales coahuilenses, que se venía planteando desde sexenios anteriores y que en esa fecha simbólica quedó plasmada en la Ley.
Qué es y cómo se conforma el Consejo, por qué no ha funcionado y qué se necesita para ello, será tema de próxima colaboración.