En los inhóspitos paisajes de la Línea Sur rionegrina una curiosa clase de caballos que se creía extinguida logró resurgir gracias a un veterinario y productor rural que encontró ejemplares dispersos e inició un emprendimiento para criarlos.
Los animales son conocidos como los “Crespos de la Meseta”, debido a que presentan la particularidad de tener un pelaje con tupidos rulos, y que por cientos de años habitaron en la zona de la Meseta de Somuncurá, que ocupa un extenso territorio del centro y sur de la provincia.
El responsable de resguardarlos es Gerardo Rodríguez, médico veterinario oriundo de Maquinchao que, además de producir ganado lanar, dedicó buena parte de su vida profesional a los caballos en un vínculo no solo laboral, sino también pasional.
“Ahí vi el primer caballo con el pelaje ondulado que me llamó la atención. Pensé que estaba sudado o enfermo. Pregunté en un puesto y me contaron que antes había muchos en la zona”, recordó.
Pero los mismos lugareños le indicaron que la población comenzó a decrecer hasta casi desaparecer por la sequía y la falta de pasturas. Por eso casi no se veían.
En aquel momento resolvió volver al pago tras varios años de ausencia y comenzó a comprar algunos ejemplares enrulados con la idea de formar una tropilla, por el placer de tenerlos y criarlos.
Pero junto su pareja Andrea, también nacida en el lugar que comparte su entusiasmo campero, fueron más allá e indagaron por internet acerca de la peculiaridad de estos equinos y encontraron que en Estados Unidos también había con el mismo tipo de pelaje.
Se contactaron con los criadores de ese país, quienes les ofrecieron realizarles ADN con la colaboración de la Universidad de Texas. Para eso enviaron muestras de pelos para ser examinados, y los análisis determinaron que no eran de la misma clase, aunque tenían en común un gen que había mutado, que es el que determina el rizo del pelo.
El hallazgo patagónico despertó el interés en el país del norte y en 2019 recibieron la visita de Mitch Wilkinson, biólogo de la Universidad de Texas, quien los ayudó a seleccionarlos y los animó a registrar algunos ejemplares en la Asociación Bashkir Curly, donde asientan estos caballos.
Así nació Yeguada Rodríguez, el emprendimiento familiar dedicado a la cría y venta, que posee una tropilla con hembras y machos seleccionados que ya dieron algunos potrillos.
El veterinario sostiene sin duda que el cambio genético se produjo por el clima hostil de la meseta de Somuncurá, una reacción para defenderse del frío. Resalta que son únicos en el mundo, de acuerdo a los estudios realizados en la universidad norteamericana.
Su aspiración es seguir criándolos y acompañar su reproducción para que no vuelvan a correr el riesgo de extinguirse. Además proyecta establecer la estirpe como nueva raza, para lo cual ya inició las gestiones administrativas, que son largas y costosas.
Rodríguez valoró la mansedumbre que muestran, por lo que serían de utilidad para equinoterapia, además de su belleza física. “Son como caniches gigantes”, resaltó.
Entre sus particularidades destacó también que son hipoalergénicos, es decir que no afectan a las personas alérgicas.
Se destacan por tener un carácter gentil, ser dóciles por naturaleza, mansos, robustos, curiosos e inteligentes. Su apariencia es refinada y su capacidad de aprendizaje es asombrosa. Son pacientes y amables, especialmente con los niños, las personas miedosas y aquellas con capacidades diferentes, enumeran.
Detallan que los machos alcanzan su tamaño definitivo a los 6 o 7 años de edad y su alzada es de entre 1.42 y 1.50 metros. Además, son hipoalergénicos.
Agregan que “Indudablemente, su marca distintiva es su elegante pelaje rizado. Durante los meses de invierno cubre su cuerpo con bellos rulos que son muy suaves al tacto. Este pelaje ha sido evaluado y se ha comprobado que presenta similitudes al pelaje mohair, pudiendo este ser hilado”.