El recuerdo más próximo del destape del tapado del PRI a la presidencia es el acontecido en 1976 cuando las fuerzas internas proclamaron como candidato a José López Portillo.
Las formalidades del estilo de gobierno de la época estaban ataviadas de simbolismos para que todos se fueran alineando al dedo elector del gobernante en turno y aquellos que tenían aspiraciones y se empezaban a mover por su cuenta, eran castigados por el propio sistema o premiados con senadurías o embajadas a manera de destierro político.
No podía creer, que esta fotografía mental de hace 45 años estuviera sucediendo en mi tierra, sin embargo, resulto cierta, aunque inverosímil.
El proyecto Moreirista de 24 años en el poder de Coahuila se empezó a elucubrar por Rubén “N” cuando se dio cuenta de lo fácil que era convencer a la nomenclatura del estado a través de canonjías, dinero o especie o concesiones múltiples invitándoles al festín inmoral del saqueo impune del patrimonio estatal.
Aquellos a quienes no les tocó o a quienes no pudieron convencer, que son los menos, fueron perseguidos a saciedad, siendo algunos que se vencieron en el intento y unos cuantos persisten en la lucha con la armadura abollada.
En el círculo cercano a Humberto empezaron las deserciones, ya que la gente que traía Rubén era distinta o este les permitió hacer atrocidades, que no secundaba la poca ética que le quedaba al profesor bailarín.
Al final ganó el dictador y convirtió al estado en un polvorín y a su vez en una fuente inagotable de riqueza para su familia, amigos y lacayos.
Cuando la sucesión se acercaba, inició el cultivo yucateco de Riquelme a través de la hechicera hidalguense y ante la promesa de boquita callada resultó ungido. Cabe hacer la aclaración que el hoy gerente administrativo del negocio familiar también pacto con Humberto a fin de tener una válvula de escape ante los arranques de Rubén, muy conocidos por la tropa lacaya y colocó alfiles de este en oficinas de gobierno, aunque no claves para la administración. A su vez el dictador le impuso secretarios de gabinete, candidatos a alcaldes, diputados y hoy día hasta sucesor.
Ante el acto guerrillero de Jericó de un mes, las cimbras del poder en Coahuila empezaron a agrietarse. Pero la acción de esta semi botarga y despojo político fue equivocada y se anticipó. A su anuncio de aspiración vino la respuesta contundente de la amenaza de dar a conocer los jugosos negocios que él y su familia han hecho al amparo del poder y la promesa de incluirlo en las listas plurinominales al senado en 2024 y asunto arreglado. Al fin y al cabo, era lo que quería el berrinchudo personaje.
Asustados y en el camino, la orden del dictador y jefe político de Coahuila fue contundente: a la de ya destapen a Manolito.
La crónica de este destape anunciado acontece hace un par de días con el anuncio del programa Mejora Coahuila, evento al que acudieron los prospectos, aspirantes y hasta los desechos para suceder al gerente en 2023 y que fue la plataforma para que las “fuerzas vivas del priismo” se alinearan en torno de la candidatura del príncipe Manolito de Monterreal, delfín y favorito.
Ahí estaban: Verónica Martínez, Olmos, el alcalde Cepeda y hasta el murmullo Fraustro, que fueron citados exprofeso para figurar el símbolo de la unidad de propósitos y el abandono de sus aspiraciones.
¿Qué se creen estos aspirantes a reyecitos que somos los coahuilenses para seguir soportando estos castigos?, ¿qué los anima al descaro y al cinismo en su mayor expresión?
Desafortunadamente es el embrujo. Porque siguen considerando a los ciudadanos de esta tierra como simples zombis que obedecerán cualquier mandamiento del gran hermano.
Pero aún hay esperanza, porque, así como ellos tienen tiempo para ir preparando una candidatura y desde hoy están haciendo el cochinito para sangrar al presupuesto, puede surgir un ciudadano que como en Nuevo León, rompa el cuadro de los sátrapas y los arroje al rincón de los olvidos.
La respuesta hoy está en la calle.
Coahuila ¡ya es tiempo de ser insumisos!