El título de esta columna puede parecer extremo, no obstante, hoy que la cristiandad conmemora el día de la crucifixión y la muerte de Jesucristo, en este planeta nos encontramos ante una situación intolerable de violencia estructural en contra de las niñas, adolescentes y mujeres víctimas de violencia extrema en sus hogares, sus empleos, en las escuelas, en las calles y en cualquier sitio en el que se encuentren y no es exageración.
El miércoles pasado-colectivos de mujeres protestaron en Monterrey reclamando y exigiendo al gobernador la destitución del secretario de Seguridad del estado y la renuncia de la secretaría de las Mujeres la que encontrándose en el Palacio de Gobierno presenció la represión de la que fueron objeto por parte de la policía estatal cuando los colectivos intentaron entregar un pliego petitorio ante el incremento de desapariciones de mujeres, niñas y adolescentes en la entidad.
Las mujeres regiomontanas manifestantes marchaban de manera pacífica, pero fueron recibidas por cerca de 200 policías los que las golpearon, gasearon y algunas fueron arrastradas por las escaleras del edificio y detuvieron al menos a 4, dos de ellas menores de edad que iban acompañadas de sus madres.
Las organizaciones de mujeres denuncian en su comunicado que tan sólo en un mes 15 mujeres desaparecieron y demandaron porque las autoridades no desplegaron así a la policía para buscar a María Fernanda Contreras, joven desaparecida desde el 3 de abril, quien fue víctima de feminicidio y encontrada en una casa en el municipio de Apodaca, N.L. cuyo presunto asesino fue localizado y arrestado en Francisco I. Madero, Coahuila.
Al parecer, el gobernador tomó medidas de seguridad urgentes y extraordinarias de inmediato para la búsqueda de las desaparecidas, la indagación de los feminicidios y ordenó la formación de un grupo especial que investigará los crímenes (igual que aquí), se incrementará la vigilancia mediante las videocámaras, las tareas de búsqueda se iniciaron de inmediato para localizar a Debanih Susana Escobar de 18 años desaparecida en la carretera a Nuevo Laredo tras participar en una fiesta de amigas. En las protestas por la desaparición de María Fernanda, las organizadoras feministas incendiaron la puerta del Palacio de Gobierno.
Estas acciones de protesta que incendian puertas, rompen vidrios y pintan monumentos son fuertemente criticadas por mujeres y hombres que sostienen que son injustificables, yo les preguntaría a los críticos, qué harían si se tratase de una de sus hijas, una hermana o una esposa.
Lo cierto es que hay un hartazgo ante la impunidad en las agresiones a mujeres, niñas y adolescentes, en un contexto de múltiples precarizaciones en las que predominan las afectivas, las económicas y culturales y los imparables e infames feminicidios, el dolor y la rabia exigen acciones, políticas públicas de seguridad hacia nosotras porque la reproducción de la misoginia, la cosificación femenina, la sexualización de las niñas en un continuo afán de dominación y sometimiento sin respeto alguno a los parentescos, a las edades ni lealtades de ningún tipo, los acosos y abusos sexuales en la familia forman parte de oscuros secretos y hondos traumas familiares, son parte de la pudrición que padece este país.
Las protestas en contra de la violencia machista estructural no se van a detener mientras no haya políticas públicas que nos devuelvan a las desaparecidas, que haya justicia para las asesinadas por feminicidio, las torturadas sexualmente, las golpeadas en sus hogares, las acosadas y violadas en las escuelas, en sus empleos y familia; la feminidad está cargada de estereotipos de “dulzuras, delicadeza, fragilidad, sumisión y silencios”, el feminismo actual transgrede esos prejuicios.
En Tamaulipas se replica el escenario de desapariciones de niñas, adolescentes y mujeres adultas desaparecidas.