De confiancitas y otras cosas…

Creo que desde que tengo memoria he sido medio enamoradiza, dejaría de ser Cuevas si no…

Y es que cada quien carga con la crucecita de su parroquia y la de los Cuevas es ser sensibles y tentables, de hecho enamorarse podría ser considerado todo un deporte: ¡es delicioso!
Descubrir empatía, admiración o deseo en otros ojos, en una voz, en un roce, una caricia, un abrazo, una palabra, todos los días descubrir algo y a alguien nuevo y de este modo amar la existencia, tener esperanza en que habrá de amanecer mañana y que siempre hay una promesa velada de que cada día puede ser mejor. Todo lo anterior resulta maravilloso siempre y cuando sean enamoramientos esporádicos y no amor verdadero, porque cuando este aparece ¡a correr se ha dicho! Sus estragos pueden ser devastadores, de ahí que el compromiso dé pavor a muchos.

No me mal entiendan, no es que sea cínica, juro que no era arisca, pero como bien dicen por ahí “la confianza da asco” y creo que en muchos casos tienen razón, porque los abusos de la misma terminan por convertirnos en gente exageradamente suspicaz, y hasta paranoica, el resultado inmediato es volverse desconfiado y eso es sumamente triste.

Aunque si la confianza da asco, diré que entonces la desconfianza da lástima, porque los individuos que son aquejados por ella no se atreven a vivir nunca, temerosos de que “alguien” les falle y los deje chiflando en la loma con cara de estúpidos…

A pesar de lo anterior uno a veces se relaciona con algunas personas despojándose de la actitud de vendedor de autos usados – pensando que el universo entero conspira en contra nuestra y que todo mundo es digno de tomar reservas y cuidar el alma, – y se atreve a confiar y a creer, a imaginar que la vida es justa de ida y de regreso, pero ¡oh, sorpresa! No siempre es así.

A veces mientras unos deciden ser derechitos y sin dobleces, otros se acostumbran a manejarse por medio de la “Ley del embudo”, lo ancho para ellos y lo angosto para el resto del universo, eso nos pone a “los derechitos” a la defensiva y vamos creyendo que nada ni nadie merece la pena, entonces cuando menos lo esperamos llega alguien que nos rompe los paradigmas y nos deja mirando estrellitas, y nos llena de terror eso de volver a creer, porque ¿quién puede dar garantías en las relaciones humanas?

¿Quién se atreve a confiar de nuevo una vez que le han hecho licuado el corazón y los sueños?

Ante la negativa que nuestro sistema inmune le da a la posibilidad de ser revolcado por la vida uno se queda con la sensación de incompletud y con ella va vagando con la inercia del día a día. se levanta, lava la cara, va al baño, se baña, arregla, desayuna, lleva a los hijos a la escuela, va a la oficina, trabaja, recoge hijos, come, sigue trabajando, sigue trabajando, sigue trabajando, hasta que un día no puede más y se cuestiona el porqué de sentirse tan miserable, entonces vuelve a mirar otros ojos, a escuchar otras palabras, a desear besar otra boca y hasta tener urgencia de inmediata satisfacción a través de otro cuerpo.

Justo ahí se enciende la “alerta roja” y suena una alarma – más desgraciada e infausta que la sísmica, – porque uno sabe bien las consecuencias de bajar la guardia y volver a confiar: sudoración de manos, temblor intermitente y el constante aleteo de ciertos insectos lepidópteros en la región abdominal que nos hacen temer una posible apendicitis, aunque muy en el fondo sabemos perfectamente que ¡ya nos fregamos! Estamos enamorados…

Realmente son pocas las personas que se atreven después de un “fracaso garrafal” a dar su bracito a torcer y retomar eso de andar en pareja, sin embargo una de las cosas maravillosas del ser humano es justamente su memoria – o su Alzheimer selectivo – y el “pensamiento mágico” que le permite creer que “no todos ni todas son iguales” y que pone de nuevo en la cancha amatoria a más de uno, poniendo su fe en alguien y apostándole al amor.

He optado por elegir al amor siempre, en todas sus expresiones desde las más salvajes hasta las más sublimes, y en eso soy contundente, como mejor lo expresaría Milanés: “Suelo ser violenta y tierna, no hablo de uniones eternas y me entrego cual si hubiera sólo un día para amar…”

Agradezco al Universo el ser una mujer amada y darme la oportunidad de mirar más allá de prejuicios y limitantes miopes que nos impiden la plenitud, amo tanto y amo mucho todos los días como un regalo a la existencia que me permite sonreír todos los días.

Ante los recientes acontecimientos y la promesa fatalista de posibles cataclismos, ante el breve espacio de presencia con el que todos contamos y la incertidumbre de nuestra permanencia yo voto por que todo se llene de amor incondicional, sin expectativas, sin cadenas, sin ataduras oficialistas que le dan carácter de contrato mercantil, con la clara convicción de que la vida es efímera, pero el amor sobrepasa los tiempos, las geografías y hasta a la muerte…
¡Con-fianza y sin ella a repartir cariñito se ha dicho!

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