Queridos todos, un placer estar de regreso en este espacio tan amado del que el ritmo vertiginoso de la vida me había mantenido alejada. Agradeciendo la generosidad de la casa y de vuelta a ustedes hoy platicaremos un poco de la urgencia de la literatura en nuestras vidas.
Más allá de rasgarnos las inexistentes vestiduras ante las siempre tristes y poco promisorias estadísticas sobre los índices de lectura en nuestro país y más allá de leyes que pretendan el fomento de la lectura y del libro – cuya presencia en las casas atestadas de nuevas tecnologías parecería un milagro y más aún el que alguien llegue a prestarle atención y dedicarle tiempo a ese extraño objeto que no cuenta ni con aplicaciones ni con sonidos – la urgencia de acercar a las nuevas generaciones a la literatura se justifica por muchas necesidades no resueltas en la sociedad, que han generado desgarramiento del tejido social y la subsecuente problemática que esto genera en todos los ámbitos.
En el principio de los tiempos los antepasados de todos nosotros – llamando a las cosas por su nombre- podrían haber sido analfabetas, lo cual no significa que fueran ignorantes y los núcleos en los que los seres humanos se relacionaban se encontraban en contacto permanente con la literatura a través de la narración oral.
Los cambios en la economía de las sociedades, la revolución industrial y las guerras detonan la creación de nuevas “necesidades” que no posibilitan la antigua convivencia
alrededor de la hoguera y poco a poco terminan con la tradición de la oralidad.
Así surge la literatura infantil como una respuesta ante la generación de la memoria artificial, para crear un puente que permita una conexión entre el adulto, el niño y la literatura.
El placer de la lectura debe ser cultivado y dársele el valor pertinente, pues a través de ella se goza, se aprende, se conoce, se comprende y se es humano.
Considero que mucha de la inmadurez de México y en general de muchos de los países de este “célebre” sistema globalizado es resultado de la falta de interés en el compromiso con la lectura y la literatura. Tenemos países en donde no se dialoga porque no se comprende lo que el otro dice, tenemos países con resultados mediocres y desalentadores en pruebas de PISA porque la comprensión de los contenidos de la lectura es nula, en donde el nivel dialéctico de algunos de los encargados de la implementación de las políticas públicas resulta desalentador y preocupante por decir lo menos. Nos encontramos entonces a medio civilizar, siendo incapaces de comprender y de enunciar….
Mención aparte merece la falta de utilización de un lenguaje claro y que realmente exprese lo que se desea decir, siendo presas de nuestra limitación en cuanto al vocabulario de que somos capaces de hacer uso, – y es que ya lo dijo Wittgenstein: “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo.” – Agreguemos además la proliferación de los emojis en las comunicaciones a través de las redes sociales, lo que nos lleva a convertirnos en sociedades pictográficas condenadas a regresar a los jeroglíficos, tal vez las sociedades futuras nos estudiarán en función de la preservación de nuestras conversaciones de whatsapp. No puedo evitar entristecerme al pensar que pasaremos a la historia como sociedades superficiales y vacuas.
La Ley de fomento a la lectura y al libro publicada por primera vez en el Diario Oficial de la Federación el pasado 24 de julio de 2008 y revisada por última vez en 2017 pretende entre otras cosas el fomento a la lectura y al libro, así como la unificación de criterios en cuanto a nociones básicas tales como la conceptualización de lo que es: libro, editor, edición, distribución y muchos otros vocablos requeridos para comprender la función y utilización del mismo.
Entre los artículos más relevantes dentro de esta ley considero que se encuentran: el Artículo 3, que enuncia que “el fomento a la lectura y el libro se establece en esta Ley en el marco de las garantías constitucionales de libertad de escribir, editar y publicar libros sobre cualquier materia, propiciando el acceso a la lectura y el libro a toda la población.
Ninguna autoridad federal, estatal, municipal o del Distrito Federal podrá prohibir, restringir ni obstaculizar la creación, edición, producción, distribución, promoción o difusión de libros y de las publicaciones periódicas.”
Así como el Artículo 4 que enuncia los objetivos de la Ley de Fomento a la lectura y al libro, que son entre otros: propiciar la generación de políticas, programas, proyectos y acciones dirigidas al fomento y promoción de la lectura; fomentar y estimular la edición, distribución y comercialización del libro y las publicaciones periódicas; fomentar y apoyar el establecimiento y desarrollo de librerías, bibliotecas y otros espacios públicos y privados para la lectura y difusión del libro; establecer mecanismos de coordinación interinstitucional con los distintos órdenes de gobierno y la vinculación con los sectores social y privado, para impulsar las actividades relacionadas con la función educativa y cultural del fomento a la lectura y el libro; hacer accesible el libro en igualdad de condiciones en todo el territorio nacional para aumentar su disponibilidad y acercarlo al lector; fortalecer la cadena del libro con el fin de promover la producción editorial mexicana para cumplir los requerimientos culturales y educativos del país; estimular la competitividad del libro mexicano y de las publicaciones periódicas en el terreno internacional, y estimular la capacitación y formación profesional de los diferentes actores de la cadena del libro y promotores de la lectura.
Posteriormente se enuncian las responsabilidades de las instituciones relacionadas con esta ley, y se menciona que es importante generar una participación de la sociedad civil para que este proceso se lleve a cabo.
Creo firmemente que el papel de la sociedad civil y sobretodo de los padres de familia es completamente determinante en la propagación del gusto o aversión por la lectura. Es de medular importancia generar conciencia de que la literatura infantil genera y promueve un gusto por la palabra y su belleza, por lo que es necesario que este gusto por la literatura y por el acercamiento al libro suceda desde el seno familiar para la que continuidad en la escuela sea pertinente, pero además realmente alcanzable.
El lenguaje simbólico de los cuentos por ejemplo es alimento para el alma del niño, estimula su fantasía, además de cumplir una función terapéutica, que explica todo aquello que no está al alcance de su entendimiento y que sin embargo lo acerca a él a través de la comprensión intuitiva, no racional del contenido del mensaje.
¡Dejen que los niños se acerquen al libro, no se los prohíban, porque al reino del conocimiento se accede a través de la palabra, y en mucho a través del libro que genera la curiosidad para vivenciar lo leído!
@PalomaCuevasR