Los populismos están condenados a fracasar. Son sin lugar a duda el mal de nuestros tiempos y sus nefastas consecuencias se pueden observar a lo largo y ancho del mundo.
Una característica central entre los populistas es su propensión por dividir, porque viven bajo la idea de que eso los sostendrá indefinidamente en el poder.
Ahora sabemos que, sin importar cuál sea finalmente el resultado oficial de la elección estadounidense, habrá quedado claro que la polarización sólo terminó profundizando los problemas que llevaron al populista Trump a la Casa Blanca.
Hoy América no es más grande gracias a su gestión; pero sí está más dividida que nunca.
Si los resultados hubieran acompañado a la verborrea Trump no habría tenido dificultades para triunfar; propios y extraños se lo hubiésemos reconocido. Pero su único “logro” importante luego de cuatro años en el poder fue posibilitar que se exacerbaran algunos de los rasgos más cuestionables de la sociedad norteamericana, como el racismo y la xenofobia. Por eso perdió en los estados con mayor nivel educativo.
El populista estadounidense tiene mucho en común con el populista mexicano.
Ambos sienten que son una “anomalía en el sistema” y que, por eso, el mundo no los merece. Pero que, pese a ello, están dispuestos a sacrificarse para salvarlo.
El uno, de las garras de los migrantes que llegan a robar los empleos y la tranquilidad a los norteamericanos; el otro del neoliberalismo y la mafia del poder que han arrebatado el futuro de los mexicanos.
Los dos mienten y no sienten pudor alguno en hacerlo.
Una y otra vez acomodan la verdad para manipular a los sectores menos favorecidos de la población, engañandolos con la posibilidad de un futuro mejor que nunca se cristaliza porque jamás hacen algo eficaz para, de verdad, transformarlo.
Ambos han sido en gran medida responsables de que los contagios y las muertes propiciadas por la pandemia se multipliquen, por su desdén ante la ciencia y ante cualquier otra cosa que no logran entender. Los dos aspiran a pasar a la historia y lo harán, de la peor forma posible.
@marcelotorresc
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