Los Equipos de Columnas de México, Ventana Política y Ciudad Digital, les desean un feliz Día de San Valentín.
Cada 14 de febrero es un buen momento para reflexionar sobre el amor. Sentimos amor desde el primer segundo en que nacemos y adquirimos la capacidad de enamorarnos desde nuestra más temprana pubertad. Y la conservamos siempre, sin importar nuestra edad.
El amor es el sentimiento más importante en la vida de un ser humano, el más genuino, el que nos lleva a ofrecer lo mejor de nosotros mismos, el que más nos hace sufrir de todos cuantos existen y un elemento de pura supervivencia: el ser humano necesita amar -en su sentido más amplio- para sobrevivir.
El amor tiene muchas formas: el amor de la amistad, muy parecido al amor fraternal, entendido en un sentido ampliado a la familia más cercana; el amor madre/padre-hijo, el único amor verdaderamente incondicional; el amor a uno mismo (la autoestima) y el amor de pareja. Hoy es San Valentín, así que toca centrarse en el éste último.
Stenberg lo definió en su famoso triángulo a partir de tres componentes: cariño y complicidad, pasión sexual y compromiso, en el sentido de un futuro común.
Para Stenberg los tres componentes deben estar siempre presentes en una relación de pareja y llama a esta combinación Amor Consumado.
La pasión y la complicidad por sí solas componen un amor idealizado, un “derecho a roce”, como a veces se le denomina, un amor, en definitiva, sin compromisos que no es realmente amor. Por otro lado, una relación de intimidad y compromiso, sin pasión, no difiere demasiado de una relación de amistad, donde las dos personas están comprometidas con el bienestar del otro y comparten espacios comunes, pero donde no tiene cabida la sexualidad. Y finalmente, una relación de pasión comprometida, donde ese compromiso está basado exclusivamente en compartir sexo, tampoco puede ser realmente amor. El amor debe ser una suma de afecto, sexo y futuro común.
Estos componentes deben estar en una relación amorosa en un sentido básico. Pero yo quiero hoy que reflexionemos sobre si la relación amorosa que tenemos en nuestra vida es o no una relación sana de pareja, porque quizá tenemos una relación con los componentes que señala Stenberg, sin que realmente sea verdadero amor.
El falso amor: enganche y manipulación
Podemos tener sexo, sentir también una especie de cariño y simpatía, incluso sintonía, con alguien y además haber decidido compartir un futuro con esa persona y, a la vez, no sentir amor, sino algo que podría denominar “enganche emocional”. Esta práctica está tan extendida, el enganche, que afirmaría está en la base de muchas relaciones fallidas. O quizá no es enganche, sino una relación de manipulador-manipulado. Son dos formas de falso amor.
Muchos se comprometen alguna vez, intuyendo desde el principio que aquello no es realmente lo que quieren, pero algo los empujó a consumar esa relación. Quizá el miedo a no encontrar alguien mejor, por una absoluta falta de autoestima que nuestra pareja errónea consigue mitigar al elegirnos. Quizá por una creencia de que no nos merecemos algo mejor, sintiendo que no podemos estar a la altura de quien verdaderamente elegiríamos, razón por la que admitimos una peor versión conscientemente. O simplemente por la necesidad de estar con alguien, quien sea, para superar esa insoportable sensación de profunda carencia que existe en nuestras vidas y que nos impide sentirnos bien en soledad. Admitimos a alguien en nuestra vida por miedo, por una sensación de falta de merecimiento o por carencia, pero no por amor. El amor está totalmente alejado de todo esto.
El falso amor nace cojo. La persona con la que compartimos nuestra relación se convierte en un complemento, en nuestra media naranja, solemos decir. Y más tarde terminamos dependiendo de esa persona para poder seguir. Es cojo porque basa su existencia en la necesidad de apoyarnos en otra persona para que supla nuestras carencias. De ahí el concepto de media naranja. Parte de la idea de que somos incompletos y necesitamos que alguien nos complemente para completarnos. Eso no es más que una relación de dependencia. Como necesitamos que la otra persona ponga la parte que nos falta, dependemos totalmente de esa persona para seguir. La dependencia emocional es, por tanto, la base en la que se asienta el falso amor.
Depender emocionalmente de alguien es “necesitar” a ese alguien para seguir. Produce en quien depende una servidumbre emocional que compromete a la otra persona mediante el victimismo, los celos y el intento de control, que sitúa al dependiente en un plano inferior y eleva artificialmente al otro componente de la pareja al nivel de dueño del dependiente. En situaciones extremas esto deriva en maltratos emocionales y físicos donde es evidente que la relación es patológica. En niveles más leves, la vida transcurre aparentemente con normalidad, pero el dependiente hace uso del chantaje emocional para mantener a su “muleta” comprometida en una relación a todas luces tóxica. Desde el otro lado, el dueño del dependiente aprovecha esa superioridad emocional para manipularle y el dependiente se deja hacer. Está claro que los papeles se complementan y que los dos adoptan roles tóxicos.
El amor no puede ser dependiente, eso no es amor. En el amor hay independencia emocional, respeto y libertad. Nadie es superior a nadie.
Examina si en tu pareja hay algún tipo de dependencia y entiende que, en caso positivo, estás dentro de un juego infernal difícil de reconducir. Donde no hay amor genuino no es posible generarlo. Muchos juegos de pareja aparentemente inocentes se basan en victimizarse para conseguir algo que quieres del otro, esto es manipulación. O en dar celos para colocarte en superioridad.
Si tienes dudas sobre si vives una relación tóxica, existe una brújula infalible para saberlo: pregúntate cómo te sientes. Si tu pareja no te hace sentir bien, no es una relación sana, sin más. Puedes engañarte pensando que en contadas ocasiones todo es maravilloso, pero si no te hace sentir bien la mayor parte del tiempo, es insano. No puede ser más fácil y simple.
¿Cómo es el amor sano?
El amor perfecto es el amor incondicional, el que siente una madre o un padre hacia su hijo. Un amor sin condiciones es aquel que continúa en el tiempo aceptando siempre y por completo al otro. Es una aceptación sin límites.
El amor de pareja es condicional, pero cuanto más se acerque a esa completa aceptación de la otra persona, más puro será. En una pareja buscamos un amor sano, no un amor incondicional. El amor sano parte de una aceptación integral de la otra persona.
La aceptación es la piedra angular de una relación de pareja saludable. Si intentas cambiar a tu pareja, estás ante una señal inequívoca de que no le aceptas. Por otro lado, nadie tiene la capacidad de cambiar a otro, si ese otro no quiere voluntariamente hacer ese cambio. Puedes conseguir que lo haga temporalmente para complacerte, pero la gente no cambia, entiende esto. Si intentas cambiar a tu pareja, la estás manipulando y además estás socavando su autoestima porque está implícito que no te gusta como es. Esto es lo peor que puedes hacerle a alguien a quien supuestamente amas.
Un amor sano libera a las dos personas. Amar de manera sana implica la libertad de la que goza cada parte de la pareja para decidir cada día continuar en la relación. Existe un compromiso que se renueva cada día, sin chantajes, sin ataduras, con libertad. Es un espacio donde no caben los celos y el control porque el otro está con nosotros porque así lo decide día a día. No puede existir nada mejor que saber que nos quieren en libertad y deciden voluntariamente permanecer a nuestro lado por esa razón.
Es un amor basado en el respeto y la admiración. Estos dos componentes son esenciales en una relación sana. Si no sientes admiración por tu pareja, no le amas, te lo aseguro. Quizá sólo le quieres o le tienes cariño. Para amar a alguien es necesario admirarle de forma íntegra, como persona, no sólo en alguna faceta específica.
Si no respetas a tu pareja o no te sientes respetado, estás metido dentro de algo que no solo no es amor, sino que además es una mala relación que acabará dañándote. El respeto es la base de la independencia y la libertad que cimentan una sana relación de pareja.
Una relación saludable está basada en la confianza y el apoyo. La pareja debe ser un espacio nutritivo para el desarrollo personal de ambos, donde cada uno sepa apoyar al otro, alejándose de sus propios intereses y pensando en el bienestar mayor de la pareja. El amor que se acerca a su forma incondicional será el menos interesado y el que priorice siempre el bienestar común, frente al propio.
Vivir en una sana relación de pareja también significa evolucionar con el otro. Las personas elegimos nuestro camino y evolucionamos individualmente. Vamos cambiando y con nuestros cambios la pareja está llamada a adaptarse constantemente. Adaptación no significa despersonalización. No se trata de convertirte en lo que el otro espera para mantener la pareja, eso es dependencia de nuevo. Hablo de mantener tu individualidad e independencia de manera flexible, cambiando algunas reglas de la relación para adaptarse a cada nueva y dinámica realidad, producto de los cambios individuales.
El objetivo es seguir sintiéndonos bien, sentirnos acompañados y no fundidos, no ser medias naranjas, sino dos naranjas que siguen su camino en paralelo, ayudándose y disfrutando del otro.
«No se trata de convertirte en lo que el otro espera para mantener la pareja, eso es dependencia de nuevo».
Y cuando ese trayecto en paralelo se hace imposible, las parejas sanas saben desvincularse sabiamente, saben dejar ir, sin resentimiento y sin costosas mochilas emocionales que descargar en una nueva relación.
Creo sinceramente que para que dos personas no sean mitades dependientes y sean dos hermosas naranjas rodando en paralelo es necesario que las dos se encuentren en SU CENTRO, en la madurez emocional que propicia esta manera de caminar juntos, manteniendo cada individualidad. Estar en Tu Centro es el secreto para encontrar pareja y para vivir en pareja de manera sana.