Día del Médico

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Recuerdo hoy (como cada día de mi vida), a mi padre, Dr. Luis Eduardo Garza Dávila. Fue buen médico en su vida, en su consulta y en su casa. De él, recibí tanto: ejemplo de su bondad, de su generosidad hacia los demás, de su congruencia humana y católica. Su estricta y amorosa educación, nos ha tocado el alma. Honda huella ha dejado mi padre en mi vida, en lo que soy y en tanto de lo que debiera ser. Su enseñanzas y ejemplo, fueron mucho más allá de mi comprensión.

Mi padre es mi inspiración, es norma de vida. Nací en casa de médico y he aprendido a valorar la entrega de un verdadero doctor, de almas y de cuerpos. Sin duda alguna, papá vivió para los demás. Era su forma de vivir no solo su forma de trabajar. Su profesión y su forma de sentirla y ejercerla, eclipsó su vida entera y de paso la nuestra. Su grandeza humana, significa un reto permanente. Su esposa e hijos, sus padres y hermanos, sus tantos amigos, sus socios en cruzadas por la gente (por tantas actividades católicas y de beneficio comunitario), sus alumnos y compañeros, todos sin excepción recibieron su idea de servicio. Compartimos su ejemplo de compromiso con la gente.

Recuerdo en mi corazón de igual forma a mi hermano mayor, Dr. Luis Eduardo Garza Pérez, quien es fiel ejemplo de papá. Siguió su profesión, su especialidad (la oftalmología) y su vocación de servicio y entrega a los demás. Ahora, acá en la tierra, Luis es nuestro ejemplo y tantas veces, nuestro guía.

Dos ejemplos adicionales de buenos médicos, altruistas y leales, a su profesión y a la gente, tuve en la familia: Dr. Pablo Alfonso Pérez y Fuentes (Tío Pavis, hermano de mi madre), y Dr. Manuel José de Jesús Garza Dávila (Tío Chuy, hermano de mi padre). Tengo tíos, primos y sobrinos, y amigos que son médicos buenos y congruentes; y otros que estudian esta noble profesión. A todos, mi felicitación y afecto; a unos acá en la tierra y a otros, en su destino eterno.

Dr. Pablo Pérez y Fuentes

Recuerdo también este día, a los médicos que se han cruzado en nuestras vidas. A los pediatras que nos curaron (heridas de cuerpo y de alma), a tantos especialistas y sobre todo traumatólogos que nos han cosido, enyesado y vendado, (por tandas), a Los Garza Pérez; siempre afectos de muchachos, a accidentes y fracturas. No hay palabras suficientes para agradecer a tantos médicos buenos, entregados y honestos, que hemos topado en nuestra existencia.

Ahora, luego de los años transcurridos, es bueno agradecer a otros médicos que nos curan los estragos de la vida y nos ponen tafetanes en el alma. A los médicos que con su esmerada entrega, ayudaron en su arribo al mundo a nuestro hijos, y los curan de enfermedades, y de males espirituales.

Saludo a tantos médicos fieles, leales, honestos entregados y actuales, que no he conocido y que quizás nunca conoceré. A todos mi aprecio y reconocimiento por su labor en favor de una patria mejor, de un mundo más sano y consciente. En días como este, el ánimo se renueva, la sola idea de estos nobles profesionales curandonos, disipa las nubes grises del cielo cotidiano. Claro que México es más grande que sus problemas, que Coahuila tiene más potencial y vida, que la que nos entristece y enoja. Que el mundo tiene remedio.

“Desde 1937, el 23 de octubre se celebra en México el Día del Médico, fijado en esa fecha para hacerlo coincidir con la creación del Establecimiento de Ciencias Médicas en 1833, antecedente de la actual Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México”.

¡Feliz Día del Médico!

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