Recientemente se conmemoró el Dia Internacional para contrarrestar el discurso del odio que la ONU instituyó el año pasado y este año es el primero en el que se celebró, el 18 de junio. Usted preguntará, ¿pero qué necesidad?, ¿cuál es ese discurso?
No hay una definición jurídica internacional de lo que puede significar el discurso del odio, la ONU lo considera como cualquier forma de discriminación verbal o escrita que signifique fomento, promoción o provocación del odio, la humillación o el menosprecio de una persona o grupo de personas, así como el acoso, descrédito, difusión de estereotipos negativos, estigmatización o amenazas por motivos de raza, color, origen étnico, lengua, sexo, orientación sexual o condiciones personales, contra esas actitudes o formas de comunicación que por comunes resultan difíciles de identificar, ellas esconden disposición a conductas o formas de trato despectivas, desdeñosas o altaneras.
António Guterres, Secretario General de la ONU, considera que el odio está aumentando en el mundo mediante incitaciones a la violencia, lo cual mina o hasta destruye la cohesión social y la tolerancia y promueve daños emocionales o físicos, expone que aunque siempre las sociedades lo han experimentado, las nuevas tecnologías digitales tienen un impacto mayor al difundir ideologías altisonantes, divisorias, colonialistas, discriminatorias y xenófobas a nivel global.
La propuesta de la ONU para contrarrestar el odio es que los Estados, los maestros, las organizaciones internacionales, la sociedad civil, los medios de comunicación, los padres de familia y cualquier grupo que tenga influencia social, se preparen e instituyan una educación que promueva el diálogo, la deliberación, la tolerancia interreligiosa e intercultural, realizar actividades que promuevan estrategias para identificar, abordar y contrarrestar el discurso de odio, conforme al derecho internacional de los derechos humanos.
El discurso del odio es una negación del respeto por la dignidad humana, la igualdad y la paz, es una emoción negativa ligada a la hostilidad intensa, a la aversión, el rechazo, la repugnancia hacia grupos o personas y mantiene un carácter duradero e inflexible, generalmente produce mayor daño en quien lo siente que hacia a quien se dirige, aunque existen ejemplos históricos colectivos, como el de la persecución de los judíos, el nacismo que pervive, sigue vivo en Europa y varias partes del mundo.
En México, la discriminación hacia las etnias originarias se manifiesta en desprecio, se les considera inferiores ignorando su riqueza cultural de la que somos herederos, también hay trato despectivo y casos de odio hacia las mujeres y las niñas como los feminicidios, hacia los discapacitados y los adultos mayores, muchos gobernantes y servidores públicos desprecian y abusan de quienes gobiernan violando su derecho al voto libre y secreto y hacia la libertad de protestar, eso ha sido claro en Coahuila, por mencionar sólo alguno. Todos tenemos el deber moral de denunciar con firmeza los casos del discurso de odio y los hechos, así como jugar un papel crucial en la lucha contra este flagelo.
Los grupos vulnerables al odio suelen también incluir personas solicitantes de asilo y refugiadas, las personas migrantes, las personas negras, las comunidades de personas judías y musulmanas, las personas gitanas y otras comunidades religiosas, históricas, étnicas y lingüísticas minoritarias y las personas LGBTI.
Frecuentemente el odio es imperceptible, pero ahí está y daña, sentirlo perturba el equilibrio y la tranquilidad, dispersa la atención, evita la concentración y, además, es agotador para quien lo siente. A la hora de luchar contra el discurso de odio, todos somos corresponsables. Trabajemos por detectarlo, curarlo y extinguirlo, ¿cómo?, haciendo conciencia, se puede.
Además, recuerde que vivimos en el semi desierto y el agua es muy escasa, cuídela no la desperdicie, estamos en época de sequía, de manera que depende de nosotros ahorrar, reusar y no desperdiciar.