El dilema del crédito

Las tasas de interés dieron un brinco brusco recientemente. La Fed, el banco central de Estados Unidos, en un esfuerzo desesperado por controlar la inflación de aquel país anunció el mayor incremento en su tipo de interés en lo que va del siglo. En una reacción lógica y esperada, Banco de México igualó la apuesta al subir también en tres cuartos de punto su tasa de referencia para, además de tratar de anclar la escalada desbocada de precios, evitar una salida masiva de capitales y un debilitamiento del peso. 

Para quienes deban a sus tarjetas de crédito o hayan contratado un crédito con alguna institución financiera o bancaria a tasa variable, y si el contrato lo permite, una buena idea es anticipar los pagos y saldar la deuda lo antes posible. En dos meses el banco Central ya hizo dos ajustes altos y se esperan otros en el corto y mediano plazo si la inflación no cede. 

Y en este caso el problema es que, con alzas en el tipo de interés tan agresivos y tan poco usuales se envía una señal restrictiva al mercado financiero, por lo que las tasas se incrementan mucho más que la proporción del aumento indicado por la autoridad monetaria.

Para quienes estén considerando endeudarse o solicitar un crédito tendrán que pensarlo muy bien. Es aconsejable considerar un esquema a tasa fija, aunque en el momento de contratación se pague una tasa superior a la de mercado. Será el costo de un seguro que nos de tranquilidad y certeza, y evite que el día de mañana corramos riesgos mayores.

Si el crédito es a tasa variable y se utilizará para realizar un proyecto productivo, iniciar un negocio o ampliarlo, es importante que los flujos previstos sean holgados para cubrir un muy probable incremento en los intereses. Si el rendimiento del negocio es muy similar a la tasa de interés, es mejor dejar el dinero en el banco.

Ahora bien, endeudarse no es malo. De hecho, es la palanca que han utilizado muchos países, como Estados Unidos, para detonar su crecimiento. En el caso del crédito al consumo, siempre será mejor disfrutar hoy del bien y pagarlo en el tiempo, que esperar a juntar el dinero para comprarlo en el futuro. El problema es cuando no se contrata el crédito con responsabilidad ni orden.

Sin un sistema financiero que permitiera utilizar los recursos ociosos de unos para financiar los proyectos de otros seguramente el mundo tendría décadas de retraso. Pero también es cierto que, sin esos sistemas financieros, el mundo no habría sufrido crisis ocasionadas por su mal uso.

Hay épocas para ser audaces y aventurados; y otras de prudencia y cautela. Creo que las actuales son más de lo segundo y debe prevalecer el “yo averso al riesgo” que todos llevamos dentro. Son momentos para usar más la tarjeta de débito y menos la de crédito, más de ahorro y menos de gasto, más de utilización de recursos propios y menos de apalancamiento con dinero ajeno. 

Y con menos deudas en nuestra contabilidad, podremos dormir con mayor tranquilidad.

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