Es difícil entrar a la Catedral de Valencia sin sentirse impresionado.
Tras cruzar el umbral, fui recibido por el eco de un canto gregoriano que resonaba en el techo abovedado. Ante mí se extendía una larga procesión de arcos que conducían a un solitario estrado en el lado más alejado de la catedral.
Unas pequeñas escaleras llevaban al altar, cubierto por domo adornado de forma inmaculada con esculturas y pinturas con escenas que mostraban ángeles y a los apóstoles.
Pero no había venido a la tercera ciudad más grande de España para admirar su catedral. En su lugar, me dirigí a una pequeña sala justo a un lado, una tan poco llamativa que casi no la vi en primera instancia.
Los misterios que todavía rodean al Santo Sudario
Dentro de esta humilde capilla se hallaba el objeto que estaba buscando: una sola copa descansando en un iluminado pedestal dorado. Según la leyenda, se trata de la copa que usó Jesucristo durante la Última Cena, o como se le conoce más comúnmente, el Santo Grial.
Un tesoro literario
Con presencia en las epopeyas medievales del Rey Arturo y sus caballeros, hasta las hazañas de Indiana Jones en la pantalla grande, el Santo Grial sigue siendo uno de los tesoros más buscados, una misteriosa reliquia a caballo entre la fantasía y la realidad.
Aunque es plausible la idea de que un cáliz usado por Cristo sería venerado y por lo tanto preservado por los primeros creyentes, en la Biblia nunca se menciona un recipiente mágico con la capacidad de otorgar la vida eterna.
Es una convención de la leyenda artúrica, escrita por gente como Chrétien de Troyes y Robert de Boron, dos poetas franceses que moldearon en gran medida el desarrollo de la tradición artúrica en los siglos XII y XIII. La primera mención escrita que conocemos sobre el grial se encuentra en el “Perceval” de Troyes, en el que no se le describe como un cáliz sino como un plato, probablemente emulando los calderos mágicos de los mitos celtas.
Al haber crecido con los míticos cuentos del Rey Arturo, siempre he sido un escéptico. Para mí, el grial es un tesoro literario. Aun así, no pude evitar sentirme intrigado por el Santo Cáliz de Valencia.
Actualmente, solo en Europa hay más de 200 ejemplos que compiten por el ilustre título del Santo Grial, con teorías sobre el lugar de descanso final de la reliquia que lo ubican desde Escocia hasta Accokeek, Maryland.
Sin embargo, de todas las listas de demandantes que revisé, el cáliz de Valencia casi invariablemente ocupaba el primer lugar. Todavía se las arregla para atraer peregrinos de todo el mundo, e incluso ha sido utilizado en ceremonias por los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Ansioso por la oportunidad de seguir los pasos de Sir Galahad en mi propia búsqueda del grial, vine aquí para descubrir qué es lo que hace a esta copa más especial que otras.
Entré en La Capilla del Santo Cáliz y la encontré vacía. Aunque no fue intencional, llegué a la catedral a la hora de una misa por Sábado de Gloria, el día previo al Domingo de Resurrección, lo que quiere decir que todos los visitantes se encontraban ocupados en la ceremonia en el cuarto contiguo.
Un único rayo de luz descendía desde una vidriera encima del altar; el cálido murmullo del coro lejano era el único sonido en la capilla. Aunque llegué al lugar más como investigador que como peregrino, era difícil no dejarse llevar por la solemnidad del momento.
Mientras me acercaba al altar para inspeccionar el cáliz más de cerca, me pareció más elaborado de lo que imaginaba. Con dos asas de oro macizo y su base con incrustaciones de perlas, esmeraldas y rubíes, el cáliz inmediatamente me provocó una sensación de incredulidad. Porque, como sabe que cualquiera que haya visto “Indiana Jones y la última cruzada”, el Santo Grial debería ser un objeto simple, la copa de un carpintero.
Más tarde fui informado por uno de los asistentes afuera de la sala que la verdadera reliquia es solo la pieza en la parte superior, una copa tallada en ágata y pulida con mirra. Las asas y la base, que llevan el sello de la artesanía medieval, no fueron añadidas sino mucho más adelante.
Mi escepticismo se tranquilizó temporalmente y me di a la tarea de descubrir cómo fue que esta copa supuestamente viajó desde Jerusalén, donde se cree que tuvo lugar la Última Cena, hasta la costa este de España.
De Jerusalén a Valencia
Como ocurre con todas las historias de los que afirman tener el grial, la narración es compleja. Una asistente a la catedral fue capaz de dar una explicación básica de cómo el cáliz salió de Jerusalén hace 2.000 años.
“San Pedro, el primer papa, llevó la copa a Roma”, explicó.
“Los papas eran los únicos que podían dar la misa, por lo que San Pedro y el resto de papas utilizaban el grial para la Eucaristía, considerando que era el que Cristo había usado. Luego, cuando el emperador Valeriano empezó a perseguir a los cristianos (a partir del año 257), fue enviado a Huesca, España, porque ya no estaba seguro en Roma”.
Ella continuó explicando que el cáliz supuestamente permaneció en Huesca durante algunos cientos de años, antes de ser cambiado de lugar de nuevo durante las conquistas de Umayyad en el siglo VIII, y enclavado en el monasterio de San Juan de la Peña, ubicado en un acantilado en el norte de España, por temor a los saqueos.
Por supuesto, los relatos sobre estos primeros 1.000 años del viaje del grial son muy difíciles de verificar para cualquiera. Los registros más confiables sobre este cáliz aparecen en 1399, cuando empezó a formar parte del relicario real del rey Martín de Aragón.
De acuerdo con los registros de la catedral, después de que Alfonso “el Magnánimo” llegó al trono en 1416, el relicario fue trasladado a Valencia y después entregado a la catedral como el pago de una deuda. Aunque el cáliz fue llevado lejos algunas veces más por culpa de la guerra, inevitablemente volvió a la Catedral de Valencia en 1939, esta vez de forma definitiva.
Aunque se trata de un relato elaborado, la sola historia no era suficiente para convencerme de que este es el verdadero grial. Después de todo, casi todos los que aseguran poseer el grial cuentan complejos relatos de cómo la reliquia fue transportada por los mares y las montañas. Dado que ninguno de los relatos puede ser verificado, ¿qué es lo que ha hecho que tantos crean que este es el verdadero?
El detalle principal es el estilo y el arte de la copa hecha de ágata, que el arqueólogo español Antonio Beltrán, quien estudió el cáliz en 1960, ubica su origen en algún punto entre el siglo II AC y el siglo I DC, probablemente en un taller del Medio Oriente. La evaluación arqueológica indica que esta copa cumple con la norma, al menos geográfica y cronológicamente hablando. Aunque lejos de ser una prueba definitiva, estos hallazgos refuerzan la proclama del cáliz.
“El misterio continúa”
Mientras miraba la copa de ágata reposando en su escaparate de cristal había un pensamiento que ocupaba mi mente. Si este en realidad era el Santo Grial, uno de los artefactos más legendarios de todos los tiempos, ¿podría ser así de fácil?
Se supone que era la copa buscada durante años por los héroes de la antigüedad, algo que solo sería conseguido por los más puros de corazón… y pese a todo, aquí estaba, no enterrada en las profundidades de alguna alejada caverna sino en el centro de una ciudad rodeada de cafés llenos de gente.
Camino a la salida, le pregunté a una de las asistentes su opinión. Después de todo, ¿no habrían resultado las historias de nobles misiones en búsqueda del Santo Grial algo empañadas por el hecho de encontrarse aquí para que todo el mundo lo viera?
“Creo que el misterio continúa”, dijo ella con una sonrisa que me hizo sentir como si esta no fuera la primera vez que se lo preguntaban. “Después de todo, este ni siquiera es el único Santo Grial en España. Tú tienes que decidir cuál es el verdadero”.
Más adelante, cuando estaba investigando, entendí lo que había querido decir. En 2014, dos historiadores publicaron el libro Kings of the Grail (Reyes del Grial), en el que aseguraban haber encontrado el verdadero grial en la Basílica de San Isidoro de León en el norte de España.
Citaban dos antiguos manuscritos egipcios descubiertos recientemente como la fuente de su hallazgo. Así como el cáliz de Valencia, la nueva proclama tenía detrás una historia llena de detalles y además se ajustaba científicamente al periodo de tiempo.
Aunque el nuevo descubrimiento pone en entredicho la proclama del cáliz de Valencia, no pude evitar tener una extraña sensación de seguridad.
Para mí, lo verdaderamente maravilloso del Santo Grial no estaba en encontrarlo, sino en su búsqueda. El tesoro no es la copa, sino las historias que hemos fraguado a su alrededor a lo largo del tiempo.
Me siento tranquilo al saber que mientras sigan apareciendo nuevos contendientes, el misterio permanecerá, la leyenda sobrevivirá y la búsqueda por el Santo Grial continuará.
(BBC News Mundo).