El fracaso no es para siempre

El fracaso es inherente a la especie humana. Hemos surcado los cielos sin tener alas y conquistado los mares sin poseer branquias. Hemos puesto al hombre en la Luna. Hemos derrotado enfermedades otrora mortales, vencido la oscuridad de la noche y doblegado los climas extremos. Sin embargo nos pasan de noche los innumerables descalabros tras cada una de esas historias de éxito.

El fracaso, en cualquier proyecto, siempre será un duro golpe. Si bien la adversidad está continuamente presente, lo relevante es nuestra reacción hacia ella. Meter un huevo, una zanahoria y unos granos de café en una olla con agua hirviendo, pone a prueba su esencia: el huevo terminará endurecido, impenetrable, pétreo; la zanahoria, reblandecida, débil, endeble; pero el café habrá logrado transformar su entorno en algo positivo, aromático y delicioso.

Son muchos los relatos de éxito, precedidos de tropiezos, en la historia de la Humanidad. Tomás Alva Edison erró cientos de ocasiones antes de perfeccionar la bombilla eléctrica, aunque él prefería decir que “no fueron mil intentos fallidos, sino un invento de mil pasos”. Desde emprendedores como Henry Ford o Steve Jobs, hasta genios como Albert Einstein o Stephen Hopkins, todos tienen en común amargos fracasos antes del triunfo.

Hay un caso en especial que siempre me ha llamado la atención, el de Abraham Lincoln. Desde temprana edad tuvo sus primeros reveses. Primero en los negocios y luego como granjero. Se aventuró en la política persiguiendo su vocación e ideales y perdió la elección a la legislatura local. Cuando finalmente consiguió la ansiada curul, perdió la votación para ser el líder (speaker).

Después de superar una profunda depresión, se postuló candidato a diputado al Congreso Federal. ¡Volvió a perder! Finalmente ganó, pero ya no pudo reelegirse por oponerse a la invasión norteamericana a México. Luego quiso ser senador y perdió en dos ocasiones; igual le fue en su aspiración para convertirse en vicepresidente. Cuando por fin fue electo presidente de los Estados Unidos, su país se fracturó en una sangrienta guerra civil.

Por fortuna, esta cultura de dar una connotación negativa a los fracasos ya comienza a cambiar. Para los emprendedores en Silicon Valley cada fracaso es otro trofeo en su haber y un estímulo más para seguir luchando.

Igual lo hizo Abraham Lincoln hace más de 150 años. Supo asumir sus derrotas, aprender de ellas y salir fortalecido para, al final, enfrentar la adversidad y transformar su entorno en algo positivo… Como el café con el hervor del agua.

Con su actitud dejó en el mundo una huella imborrable y una gran enseñanza: el fracaso no es para siempre.

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