Una de las principales características del régimen obradorista es su antropocentrismo. Todo giró en torno a López Obrador quien era el vocero, receptor, solucionador y principal gestor del gobierno.
El gabinete, pocas o nulas exhibiciones tuvo y su papel se centraba en ser operadores y no generadores. Se convertían en receptores de la información que recibían del manda-más sin que eso implicara una real autonomía en su gestión.
Ningún programa, plan o estrategia que viniera de las diferentes secretarías tuvo el suficiente mérito si no provenía desde palacio y en especial con su mención en la mañanera, que lejos de ser una sesión informativa se convertía en una conferencia matutina en la que se construye la agenda y describe el panorama nacional, local, pasado, presente y futuro. Esta brillante estrategia de comunicación tiene sus asegunes, funciona por el estilo del presidente López Obrador, un político especializado en la construcción de escenarios. Seguramente Claudia Sheinbaum modificará ese estilo para ajustarlo más a sus fortalezas o incluso comodidad, pero de eso nos enteraremos durante los primeros meses de la siguiente gestión.
El reto actual de la presidente electa Sheinbaum, está en tranquilizar los mercados que mantienen una alta expectativa ante el miedo de caer en las provocaciones ambiciosas de un partido o movimiento mayoritario que evidencía no tener contrapesos u oposición. La factura de anunciar un segundo piso de la 4T está en todos los compromisos que durante muchas campañas se han ido acumulando. Todos buscando la justicia aún y cuando ésta contradiga las expectativas. Traer paz no es una acción es un ambiente que seguramente espera el anuncio de un gabinete que pueda exhibir el conocimiento técnico. Ante lo desconocido sentimos temor. Es natural, pues somos seres rutinarios.
En lo económico las reglas juegan un papel esencial. Incluso la ausencia de reglas resulta posible siempre y cuando a medio camino no cambien. Los cambios generan una resistencia que parece ser instintiva.
La resistencia al cambio se resuelve con la respuesta al por qué. Cuando sabemos el por qué de un cambio tenemos la motivación suficiente para enfrentar esa resistencia. Pero en este tiempo en el que no se tiene dibujado un modelo económico que responda los vacíos que deja el capitalismo y las pérdidas que arroja el socialismo, en esos vacíos la improvisación ha permeado en todos los países, que presentan la renta universal, pero al mismo tiempo la competitividad. La desregulación pero también el reposicionamiento de los valores colectivos por sobre la empresa. Ese licenciamiento social, que ahora suple al legal, en el que no importa los “debes” sino los “quieres”, atemoriza a cualquiera.
Las reglas anteriores descansan en la voluntad expresada en un contrato, ahora que se anima a cubrir otros elementos enfrentamos una incertidumbre cuando se habla de cualquier cambio.
El resto de ese temor son dichos y decires que no me parecen tan ciertos; sacrificar la propiedad privada, destruir los arrendamientos o incluso instituir la circuncisión obligatoria parecen dichos con más fines combativos que expectativas reales o al menos presentadas. Sin embargo, el miedo debe combatirse, de dejarse los vacíos estos se han de llenar por cualquier otro elemento. La confianza que se inspire debe provenir de la experiencia y de mantener las reglas en medio de la partida.