Como sombrero de mago del que puede salir cualquier cosa, así debe pensar el presidente electo que funciona el presupuesto. Pero, se equivoca y por más que le busquen no alcanzará para pagar la totalidad de las promesas alegres que Andrés Manuel hizo en campaña; a lo que ahora, hay que agregar, unos 40 mil millones de pesos que deberán ser asignados a las empresas que trabajaban en la construcción del NAICM.
Es claro que las bancadas de Morena en el Congreso de la Unión tienen la consigna de no negar nada a su líder supremo, porque necesita mucho dinero para tener contentas a sus bases clientelares y crear otras nuevas. Porque una cosa es clara: a AMLO lo único que le interesan son los votos y a eso va a dedicar su gestión, tratando de establecer un régimen de que vaya más allá de un sexenio, incluso sin reelegirse directamente.
Ojalá y esa búsqueda se diera basada en acciones de buen gobierno, pero no va a ser así. El camino ya está marcado: repartir dádivas a cambio de votos. No es algo nuevo, ya se le había ocurrido al PRI el siglo pasado y esa gracejada le costaron a México las peores crisis que ha experimentado en su historia. Los seguidores de AMLO siguen sosteniendo que su mesías no es como Echeverría y López Portillo; pero cada vez hay más evidencias de que se equivocan. Lamentablemente es una función que ya hemos visto los mexicanos, aunque muchos jueguen al amnésico por conveniencia.
Más pronto que tarde, la necesidad de que haya recursos para satisfacer los caprichos de su líder los va llevar a endeudar al país todavía más de lo que lo hizo el irresponsable de Peña. Luego, seguirán las presiones inflacionarias, se devaluará más nuestra moneda y AMLO culpará de todo ello al Banco de México. Por eso, le urge echar mano de las reservas internacionales, como medio para prolongar el despilfarro del erario.
Pero México ya no es el mismo, rápidamente la gente se dará cuenta de que el que está bajo el disfraz de mago es el PRI de siempre y que de su sombrero sólo salen falsas promesas.
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