No ha construido la mano del hombre un instrumento musical más perfecto que un violín Stradivarius. Es inevitable que quienes escuchen sus melodiosas notas caigan en un trance de embelesamiento y éxtasis, una experiencia única de encanto y fascinación.
El talento artesanal de Antonio Stradivari, lombardo de nacimiento, obsequió al mundo alrededor de 1,200 instrumentos de cuerdas, de los cuales sobreviven alrededor de la mitad. A pesar de llevar a cuestas más de tres siglos, continúan emitiendo su música angelical. Son muy apreciados, llegando a valorarse cada pieza en decenas de millones de dólares.
Durante décadas, científicos han dedicado tiempo y recursos para desentrañar el misterio de Stradivari: encontrar el secreto de su perfección. Las teorías propuestas son innumerables, desde el uso de un componente químico singular para tratar la madera, hasta la utilización de un material especial, único y de mayor calidad sonora, producto de un ciclo invernal atípico que habría generado árboles con una fibra más compacta y densa.
De todas, dos teorías llaman la atención por inverosímiles y fantasiosas. La primera afirma que Stradivari encontró una especie de árbol mágico en un río, del cual obtuvo la mayor parte de sus piezas. La vibración del agua en movimiento habría sido internalizada por la madera, y de ahí la originalidad del sonido que produce.
La segunda sostiene que la madera de sus instrumentos provenía de galeones hundidos y habría sido energizada por los largos periplos oceánicos. La salinidad y el reposo marino, aunado a las historias de piratas y batallas navales, le habrían concedido su magnificencia acústica.
La explicación más racional parece ser la ofrecida por un profesor de Química de la Universidad Texas A&M. Identificó como supuestas responsables del peculiar sonido de esos violines a partículas metálicas en la madera empleada, residuos de un insecticida utilizado en la época para combatir cierta plaga.
Trescientos o más años después permanece en el misterio la causa verdadera. Sólo especulaciones. Pero hay un hecho irrefutable: Pese a los avances de la ciencia y la tecnología, nadie ha logrado reproducir fielmente el sonido de un Stradivarius.
Y no lo han conseguido porque no han considerado un factor único e irrepetible: la pasión que Stradivari le ponía a su trabajo. Esa pasión de alguien que ama lo que hace y deja huella por siglos.
Construyamos todos nuestro Stradivarius, México nos lo agradecerá.