Hace algunos años me realicé una prueba para conocer los rasgos esenciales de mi ADN y generar reportes genéticos sobre mi salud, los riesgos, las propensiones, sus mecanismos de prevención y, lo que llamó más poderosamente mi atención, datos sobre mis ancestros.
Desde que hice la prueba me fascinó la idea de aprovechar los avances de la ciencia para viajar al pasado, conocer mis orígenes e imaginar la vida de mis antepasados.
¡Los resultados fueron sorprendentes! Nuestra raza, fruto del mestizaje español e indio, supondría una preponderancia de esos genes. Sin embargo, en mi caso sólo es explicado por un 46% como Ibérico y un 14% como Nativo Americano. ¿Y el otro 40%?
Está muy dividido: Un 4% corresponde a ancestros de África, un 3% de Asia, un 5% nórdico, 3% judío y 20% del resto de Europa, principalmente de la península Itálica, Gracia y Turquía.
¿Qué quiere decir esto? Todos tenemos miles de ancestros. En mi caso, de cada 100, cuatro fueron africanos cuyos descendientes habrían sido vendidos como esclavos; tres fueron orientales que quizá les tocaría la responsabilidad de construir la Muralla China o luchar contra el invencible Gengis Kan, y cinco fueron escandinavos, tal vez vikingos, esos salvajes marineros que conquistaron los mares.
Las personas nativas de Asia del Este y de América han compartido su historial genético. Según datos históricos, nuestros ancestros comunes partieron de Europa rumbo a Asia, hace decenas de miles años. Ellos cruzarían el Estrecho de Bering hace unos 12 mil años para poblar el continente americano. Y si nos vamos más atrás en la historia, todos provenimos de donde mismo: de África y del mono.
Después de todo, el mundo es un pañuelo y todos estamos interrelacionados genéticamente. Quizá si esto se hubiese sabido antes se habrían evitado guerras y muertes. Con toda seguridad una prueba de ADN hecha a Hitler hubiera derrumbado de un plumazo su ideal ario y antisemita. No sería de extrañarse que, por su estatura y sus rasgos físicos, su composición genética registrara un alto contenido judío, africano y asiático.
Y en esta propagación genética y fusión de razas mucho tuvieron que ver Colón y sus marineros cuando se aventuraron a cruzar los mares y descubrir América. Aunque algunos han tratado de desvirtuar los motivos de la expedición, satanizar sus resultados y enfrentarnos con España, la verdad es que todos somos productos de ese mestizaje, todos somos hermanos.
¡Feliz día de la raza!