El orgullo del norte

El último y se van.

Anótese como constante de la administración que está por terminar el cambio de lema o eslogan para identificarse. Los más críticos podrán señalar una especie de identidad errática que destaca frente a las bien definidas de, digamos, las dos administraciones anteriores donde “Gobierno de la Gente” y gobierno “ConSentido Humano” marcaron la pauta casi como filosofía.

Esta, la administración en ocaso, prácticamente cambió cada año. Y no solo eso: pareció, en cada ejemplo, que la ironía fue algo así como musa inspiradora.

En los inicios, momentos de mayor obscuridad, se empleó el “Aquí se sonríe”. Cuando las aguas se asentaron y quedaba claro que la administración no ofrecía más que lo mismo, se estrenó aquél de “Una nueva forma de gobernar”. El tiempo pasó y el gobierno que no disminuyó la deuda pero seguía prometiendo bonanza (aprovechando la tan mentada reforma energética) pagó lo necesario para tapizar calles y espectaculares con “Un Estado con energía”.  ¿Cuál me falta?

Lemas como aproximaciones a mantras contemporáneos. Como quien busca cambiar, por decreto, lo que le duele. Los más pícaros no dudan en decir que de todos los empleados, el más atinado (pero no oficial) fue el de las placas vehiculares: Tierra de Dinosaurios. ¿Será?

Siguiendo con lo que es ya una tradición, a menos de un año de terminar, se estrena otro. Y, nuevamente, la ironía: “El orgullo del norte”.

No se me malinterprete: los coahuilenses (de nacimiento o por adopción) tenemos razones de sobra para sentir orgullo por pasado, presente y futuro. El asunto no es ese.

El punto fino está en que de las razones existentes, pocas o ninguna se relacionan con la actual situación en la que se encuentra la clase político-gobernante y que han puesto, en la agenda nacional, el nombre de Coahuila como un temido precedente de lo que puede suceder en el país, las elecciones.

Para decirlo de otro modo: si el orgullo existe, no es porque lo dice el gobierno o porque la clase política haya hecho en abono.

Si bien las discusiones postelectorales hoy tienen como escenario arenas nacionales (que si el INE fiscalizó de manera legal o no, que si la elección de anulará en Tribunales) no puede olvidarse que se llegó a esas etapas porque aquí, entre los propios, el asunto no pudo resolverse.

Si hoy la autoridad electoral local puede tomar aire de lo tupido que le llovió, no es porque ya se haya aceptado como bueno su trabajo: sobrevivieron, pero los cuestionamientos no fueron respondidos y de nuevo les pesará. El gobierno (estatal y el federal a través de algunas delegaciones) metió mano: si la oposición abandonó el recurso legal para reclamarlo o no supo accionar las vías institucionales, no significa que no sucedió.

La lista sigue. Los candidatos opositores que hoy se juntan en restaurantes para organizar marchas no tuvieron la altura para tender puentes antes de perder.

No se pudo resolver en lo local, y en esto todos tenemos una parte de responsabilidad.

Más que información, lo que se ha propagado es opinión promoviendo polarización y generando descalificaciones, enfrentamientos, desconfianza. ¿El orgullo del norte?

Este capítulo ya trastocó la salud política de quienes viven en Coahuila; la semilla de que la mejor estrategia frente a gobernantes es la desconfianza y la incredulidad ya quedó plantada. En ese escenario, y con miras al futuro, si se anula o no la elección es lo que menos debiera preocupar.

@victorspena

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