El Pino de Formentor. Miguel Costa y Llobera.

Hay en mi tierra un árbol que el corazón venera:

de cedro es su ramaje, de césped su verdor;

anida entre sus hojas perenne primavera,

y arrastra los turbiones que azotan la ribera,

añoso luchador.

No asoma por sus ramas la flor enamorada,

no va la fuentecilla sus plantas a besar;

mas báñase en aromas su frente consagrada,

y tiene por terreno la costa acantilada,

por fuente el hondo mar.

Al ver sobre las olas rayar la luz divina,

no escucha débil trino que al hombre da placer;

el grito oye salvaje del águila marina,

o siente el ala enorme que el vendaval domina

su copa estremecer.

Del limo de la tierra no toma vil sustento;

retuerce sus raíces en duro peñascal.Bebe rocío y lluvias, radiosa luz y viento;

y cual viejo profeta recibe el alimento

de efluvio celestial.

¡Árbol sublime! Enseña de vida que adivino,

la inmensidad augusta domina por doquier.

Si dura le es la tierra, celeste su destino

le encanta, y aun le sirven el trueno y torbellino

de gloria y de placer.

¡Oh! sí: que cuando libres asaltan la ribera

los vientos y las olas con hórrido fragor,

entonces ríe y canta con la borrasca fiera,

y sobre rotas nubes la augusta cabellera

sacude triunfador.

¡Árbol, tu suerte envidio! Sobre la tierra impura

de un ideal sagrado la cifra en ti he de ver.

Luchar, vencer constante, mirar desde la altura,

vivir y alimentarse de cielo y de luz pura…

¡Oh vida, oh noble ser!

¡Arriba, oh alma fuerte! Desdeña el lodo inmundo,

y en las austeras cumbres arraiga con afán.

Verás al pie estrellarse las olas de este mundo,

y libres como alciones sobre ese mar profundo

tus cantos volarán.

El emblemático poema “El Pi de Formentor” del poeta mallorquín Miquel Costa i Llobera (Pollença, 1854 – Palma de Mallorca, 1922).

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