La igualdad de género es una cuestión de poder, mismo que sigue estando predominantemente en manos de hombres, mientras, en muchos lugares la idea misma de la igualdad de género es objeto de ataques.
El feminismo es un mundo propio en el que en realidad vivimos y la comunicación que hacemos está contada por él, alguna filosofa del feminismo dijo alguna vez: el feminismo debiera ser declarado patrimonio inmaterial de la humanidad, aunque para la mayor parte de la los seres humanos el feminismo es un desafío, en realidad es un hijo de la filosofía ilustrada, se ha extendido a través de la palabra, es consustancial al racionalismo, sus términos básicos son, igualdad, libertad, tolerancia, derechos. El feminismo es una de las fuertes y vivas armas de la democracia que es el canal para hacer efectivo el trabajo por la igualdad y la libertad, por ello es una fuerza civilizatoria.
El feminismo es finalmente la desnaturalización de la dominación masculina, que es un fenómeno universal antropológico humano, que considera que las mujeres somos de menor calidad que los hombres, aunque estamos ya en una sociedad feminista, la libertad de las mujeres es evidente. Esta es una novedad radical y forma la civilización feminista, no basta que las mujeres ocupen los primeros lugares en los ministerios políticos, sino que las funcionarias lleven a cabo acciones políticas que incidan en la vida cotidiana de las mujeres. Debemos romper la ley del agrado hacia los hombres para traspasar los prejuicios, miedos y estereotipos que nos dominan.
Recientemente el Congreso del Estado aprobó una ley mediante la cual Coahuila podrá contar con la alternancia de género en la gubernatura estatal, sin duda es un avance en la equidad y más vale tarde que nunca. Con una Mesa Directiva integrada mayoritariamente por mujeres, es lo menos que podría esperarse.
En las elecciones del año pasado 7 mujeres fueron electas gobernadoras en el país, aquí tal vez llegue alguna para el final de esta década, si el gobernador en turno o el moreirato lo permiten, estamos a merced del contentillo de los dictadores; por leyes a favor de las mujeres no paramos, vea usted: catálogo de leyes, Ley de Igualdad entre Mujeres y Hombres en el Estado de Coahuila, Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, Ley para la Emisión y Seguimiento de las Medidas de Protección para Mujeres en Situación de Violencia, Ley para Promover la Igualdad y Prevenir la Discriminación, Ley del Sistema Estatal para la Garantía de los Derechos Humanos de Niños y Niñas, reformas al Código Penal para reducir los obstáculos que tienen las mujeres para acceder a la justicia, prever la neutralidad de normas y visibilizar los impactos diferenciados que la interpretación de las leyes tienen en hombres y mujeres”, por cuestión de espacio me permití omitir, “Estado de Coahuila de Zaragoza”. Pero la pregunta es, ¿los jueces de los ministerios públicos conocen, saben y quieren aplicar estas leyes? La respuesta es NO, se valen de numerosas argucias para salir del paso. Este gobierno pretende garantizar el acceso de las mujeres a la justicia a través del modelo de juzgados especializados, modelo único en el país.
Pero el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia sigue siendo una utopía. En el rubro de violencia familiar, si la media nacional es de 2.30 por cada 100 habitantes, se observa que la entidad se posiciona en primer lugar con 11.09 delitos por cada 100 mil habitantes (12-11-21). Según la FGE este año se presentaron 18 feminicidios en el estado, de los cuales tres de los casos se han judicializado, mientras que en el año 2020 fueron 23 eventos, lo cual no es muy alentador que digamos.
Es evidente que se hace necesario acelerar la protección de la igualdad de derechos y derogar las leyes discriminatorias; velar por una equidad en consejos directivos de empresas, gobiernos y parlamentos; fomentar la inclusión económica y política de las mujeres, así como emitir planes de emergencia contra la violencia que sufren mujeres y niñas.
Porque los derechos de las mujeres no pueden ser revertidos o limitados por relativismo ni justificaciones religiosas o culturales, ni tampoco pueden ser negociables bajo ningún contexto. Por el empoderamiento político y socioeconómico de las mujeres, la lucha sigue.