Habrá, en los políticos, una suerte de visión a futuro. Un deseo. La inquietud que traza el camino a seguir, las manos por besar o espaldas por apuñalar. Lo habrá, tal vez. Lo más valioso en el político, sin embargo, es su capacidad de improvisar, caer parado y explicar cada tropiezo como un paso largamente planificado. Lo valioso, para ellos y su sobrevivencia, parece ser la habilidad de tener uno y varios planes B.
Esto, para el ciudadano común, no es más que incertidumbre. Cada plan B dinamita la congruencia y merma la confianza que pueda tenérsele a la palabra empeñada.
Como cuando aseguras te dedicarás a vender mermeladas y terminas buscando un grado académico en el extranjero. Lo mismo, en todas partes.
Ahí el costo de la sobrevivencia del político: quien se sostiene, lo hace sacrificando la congruencia. Ese vacío debe llenarse creando redes de conveniencia que puede darse dentro o fuera de la ley. Más de uno cae en la tentación de hacerlo fuera de la ley, porque hay menos mecanismos de control y, por lo tanto, es menos enfadoso lograr cuerdos. Y el resultado es que observamos.
Póngase, como ejemplo, la situación electoral de la entidad. De anularse la elección, qué pasará con los trámites de la entrega recepción; que sostenerse los resultados reconocidos por el Órgano Electoral, qué harán los de las marchas.
A este momento, todos hablan con seguridad. En ellos no cabe la duda: su postura es la que vale. Su acción, reiteran hasta el cansancio, se nutre de las más altas y finas aspiraciones democráticas, el bienestar del pueblo y una larga lista de lugares comunes. Pero ambas posturas no pueden sostenerse todo el tiempo. Llegará el día en que se dicte una verdad legal y será como a quien le quitan el tapete sobre el que se para. Qué hacer.
Lo mismo aplica para lo ya sucedido.
Eres oposición y siempre dices que el triunfo está asegurado. Durante el conteo, aseguras tener datos favorecedores; no resulta así. ¿Plan B? Asegurar fraude e impugnar… no una simple inconformidad, sino la impugnación mejor documentada en la historia del planeta. Empujas al olvido aquello de que tenías las pruebas del resultado favorecedor. La respuesta no se tiene en plazo breve y se ataca cada uno de tus dichos. ¿Plan B?
Eres del grupo gobernante y siempre dices que el triunfo está asegurado, que debe confiarse en las instituciones, que tu campaña está dentro de lo permitido; no resulta así. ¿Plan B? Impugnas las decisiones de las instituciones porque ya no parecen tan confiables, insistes en que no superaste los límites de gasto, poco parece sostenerse. ¿Plan B? Te organizan gran ceremonia para la entrega recepción; prometías otra forma de gobernar y en el equipo están los mismos y algunos agregados que no ganaron en las urnas. ¿Plan B?
¿Cómo quedarán los gastos del equipo de transición si el asunto se anula? ¿Qué hará la oposición si los resultados anunciados se sostienen? La improvisación como política; las calabazas en la carreta que se acomodan en el andar. Versiones que cambian, posturas inconsistentes, contradicciones.
Los políticos, por cierto, no están solo en los partidos. Empresarios, académicos, grupos ciudadanos intercambian la misma moneda pues el mercado es el mismo.
Mientras la moneda siga en el aire, los movimientos necesarios. Porque el juego no se llama congruencia. Porque gana quien sobrevive. Quien, tras el plan B, tiene otro plan B.
@victorspena